Parece que es cierta la intuición que tenía: cada día hay un instante en que se puede apreciar el paraíso.
Ayer lo pude palpar con todos los sentidos durante cinco minutos. Casi ocurrió sin apenas darme cuenta. Estaba rellenando un informe cuando, de repente, levanté la cabeza y descubrí que la recepción estaba desierta; en esa tranquilidad que sucede a la tormenta. Miré absorto el inmenso mar de la bahía de Almería fundido con el azul claro del cielo y enseguida oí lo que no esperaba, las notas de un violín. La pequeña y delicada mano de una niña de apenas 7 u 8 años deslizaba con delicadeza el arco, produciendo una escorrentía de notas de una hermosa tonalidad. Cuando me vi dentro de esa imagen, supe que el paraíso debía ser semejante a ese instante, en que todo se paraliza para conjurar un hechizo de sentidos.
Porque, en efecto, el paraíso está entre nosotros; lo mismo que el infierno.
Comentarios
Publicar un comentario