Se oye el clamor de la festividad, las voces alegres y entusiastas de jóvenes deseosos por celebrar la noche de San Juan. Entre tanto, el humo de las hogueras ya empieza a notarse en el aire. Aún no huele a sardinas ni a patatas asadas, solo huele a salitre, la sudoración del mar. Entre las sombrillas de la multitud, una familia monta su tinglado para pasar el día protegidos del sol, porque pretende estar en el playa todo el día.
Un día mágico.
Una noche antigua.
Cuando el sol se apague esta noche, no lo hará realmente; tan solo repartirá sus fuegos por la arena y se alimentará de las maderas, otorgando a cambio el poder de realizar los deseos que en ellos quemen. La gente saltará sus llamas y en un momento dado de la noche, la medianoche, la arena se quedará aliviada un momento, sin el peso de la masa de gente, ya que los pies de estos pisarán el agua del mar, en ese baño que proporciona suerte durante un año.
Una noche para el disfrute, que yo viviré desde el hotel, donde veré la costa iluminada por las hogueras en la inmensidad del mar que la recepción me ofrece.
¡Feliz noche de San Juan!
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