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Mostrando entradas de junio, 2011

Mal au coeur

Pronto nace el malestar, el mal au coeur que dicen los franceses. Pronto estalla la sangre, encendida por imágenes, inventadas de azar.  Tarde uno se da cuenta de la verdad, de la causa del dolor convulsionado. Tarde, tarde, nunca es tarde, cuando el tarde llega. Pronto o tarde, tú recuerda, pronto o tarde te enteras.

Una melodía por un amigo

La mente es una maraña de filamentos interconectados. Uno de esos filamentos es el musical. De hecho, me ocurre, como supongo que a la mayoría de la gente o como ocurría en la novela de Proust a Marcel con la magdalena, que cuando escucho una canción, un cantante o un grupo enseguida se me viene a la cabeza la cara o algún recuerdo asociado a alguien en concreto.  Esta mañana de camino al trabajo me ha sucedido que, al tararear una canción de Amaral , me he acordado de mi amiga Eva. Así es que Eva equivale a Amaral , del mismo modo que Brel equivale a Bego o a Rosa Sanmartín, Los mojinos escocíos a mi primo Esteban, La Oreja de Van Gogh a Adelina, Serge Gainsbourg a Mathieu, Les Ogres de Barback a Mathilde, Shakira a Ro... y así con todos mis amigos.  Este tipo de asociaciones aleatorias, en muchos de los casos, me parecen asombrosas, extraordinarias. Y no solo eso increibles: a veces puede suceder que la melodía acompañe toda una partitura de objetos o recuerdos. ¿No es curioso

Vivir en la calle

Cada día que saco a la perra me encuentro con la triste mirada de un señor que vive en la calle. Lo miras sin darte cuenta, como si formara parte de la ciudad, como cualquier árbol, banco, edificio. Si las miradas se cruzan pronto sus ojos se desvían hacia el suelo, con miedo, vergüenza.  Hoy me ha dado especial pena, porque el sol y la humedad ciernen la atmósfera contra el suelo, en su calurosa pesadez. El hombre barbudo intenta escapar de esa plancha de calor aplastante. Lo hace refugiándose en la sombra apenas fresca de un árbol.  ¿Hay algo tan penoso como ver el mal ajeno? Siempre me he preguntado cómo alguien puede acabar solo y vagabundo en la calle, sin nada ni nadie; en la más desolada soledad de aquel que ha terminado padeciendo los males del sistema, de la sociedad. ¿Acaso a nadie le importa tan depravado destino? Parece que no molesta demasiado a muchos.  "¡Qué se busque un trabajo como todos!¡Un vago es lo que es!" es el típico comentario que dedica más de un

El cuaderno de Maya

Llevo dos días absorbido por la voz tan bien creada por Isabel Allende. El cuaderno de Maya es una novela que me tiene embuido, donde la protagonista escribe todo lo que le va aconteciendo desde su marcha acelerada hacia Chiloé en Chile. Posee la voz exacta que me embelesa, aquella con la que siempre sueño, la que pretendo expresar en mis escritos y que rara vez consigo. Por ello, me siento tan cómodo en la lectura, tan semejante a Maya, tan feliz de ver que es posible encontrar la tonalidad exacta, la que suena en mi cabeza a diario.  Dicen que la madre de la ciencia es la experiencia, así que quién sabe, tal vez después de escribir mucho consiga plasmar letra tras letra la voz, la entonación, el acento, el ritmo, que tanto busco y que pocas veces encuentro. Ahora que he localizado un personaje que cumple esas cualidades, voy a dedicarme a estudiarla hasta que descubra las técnicas y tácticas empleadas para obtener tan fabulosos resultados. Solo el tiempo y mi práctica dirán si los

Poetisa de las manos

Artesanos profesionales quedan pocos, pero no profesionales los hay. Yo tengo la suerte de conocer a una artesana de dulzura. Ayer estuve hablando con ella y me dijo que no escribiera nada de ella porque parecería que lo hago porque ella me lo propuso. Bego, me da igual. Me he levantado con ganas de escribir de tu arte. Si hay algo que caracteriza a mi amiga Bego eso es su dulzura. Habla con melosidad, trabaja cuidando cada detalle. Es una artista, en el sentido de que es una poetisa de las manos. Hace pendientes, colgantes con una sensibilidad digna de alabanza, con una frescura estupenda; pero lo que más me sorprende de sus "poemas" hechos artilugios, son sus broches con forma de animales, personajillos, etcétera.  Ayer le pedí que me enviase algunas fotos para poder enseñaros sus "hijos". No lo ha hecho por vergüenza. Cuando consiga alguna foto os la pondré por aquí. Seguro que avalaréis mis alabanzas. Además, escribió dos cuadernos con ejercicios de relajaci

Lo que lleva a alguien por el camino difícil.

Parece que estando Ernesto Sabato en París con su amigo Óscar Domínguez, este le habló del suicidio, como una vía de escape, a lo que Ernesto le respondió que él tenía otros proyectos. Fueron esos proyectos los que lo llevaron a vivir hasta casi los 100 años; esos cien años de soledad... Su amigo acabó suicidándose. Esto lo he sabido por el artículo publicado hoy en El País:                         http://www.elpais.com/articulo/portada/camino/soledad/elpepuculbab/20110625elpbabpor_1/Tes ).  Ernesto Sabato, a pesar de su soledad y de ser un hombre apesadumbrado, decidió llevar a cabo los proyectos de su vida. ¿Que ello conllevaba seguir viviendo? Poco le importaba. Lo que para su amigo habría sido el camino más difícil, para él era el más fácil, el único posible: vivir de sus proyectos. Ahora bien, sabemos lo que ocurrió con ellos dos, pero qué sucederá conmigo. Busco los proyectos que me hagan responder a la voz de mi conciencia, que habla con la misma seguridad que debió hacerlo

Anoche soñé...

Anoche soñé con mi abuela paterna. Desde que tengo uso de razón, era algo que siempre había deseado.  Anoche sucedió. De repente, apareció allí en mitad del sueño, delgada, débil, con una voz inventada, una piel áspera, una mirada brillante. La vi; estuve con ella. La sentí como a cualquier persona real. Me apretó la mano con fuerza; tanto que aún noto sus dedos enlazados con los míos. Si los sueños tienen algo positivo es que pueden crear momentos mágicos que, de otro modo, no serían posibles. ¡Tendremos que agradecer que existan! Según acabo de leer en una guía de interpretación de sueños, este en concreto augura momentos felices; no creo en el lenguaje de los sueños ni en ningún tipo de mancia. No necesito creer en nada de eso. ¡Momentos felices! Ya tuve ayer, durante los escasos minutos que duró el sueño y el encuentro, uno de los instantes más alegres de mi vida.

Noche de hogueras

Se oye el clamor de la festividad, las voces alegres y entusiastas de jóvenes deseosos por celebrar la noche de San Juan. Entre tanto, el humo de las hogueras ya empieza a notarse en el aire. Aún no huele a sardinas ni a patatas asadas, solo huele a salitre, la sudoración del mar. Entre las sombrillas de la multitud, una familia monta su tinglado para pasar el día protegidos del sol, porque pretende estar en el playa todo el día.  Un día mágico. Una noche antigua. Cuando el sol se apague esta noche, no lo hará realmente; tan solo repartirá sus fuegos por la arena y se alimentará de las maderas, otorgando a cambio el poder de realizar los deseos que en ellos quemen. La gente saltará sus llamas y en un momento dado de la noche, la medianoche, la arena se quedará aliviada un momento, sin el peso de la masa de gente, ya que los pies de estos pisarán el agua del mar, en ese baño que proporciona suerte durante un año. Una noche para el disfrute, que yo viviré desde el hotel, donde veré

Falta de riesgo

Me pregunto por qué no soy una persona arriesgada, que busca el riesgo, que se atreve a afrontarlo. La palabra " riesgo ", según he leído en otro blog, está emparentada con la palabra " arrecife ". (Estas palabras cada día me sorprenden más). Y es que claro, un barco cargado de ricas mercancías navega siempre con el temor de encallar o chocar con algún risco o peñasco que lo lleve a hundirse y, con ello, perder todo lo que en él pudiera contener. Un arrecife no localizado equivaldría a un peligro inminente para la barcaza; de ahí la relación entre riesgo y arrecife. Mi falta de riesgo provenga quizás de que por mis venas no discurre sangre de marineros o tal vez solo sea una mera consecuencia de mi educación. ¡Surcar los mares y océanos conlleva todo un cómputo de riesgos! Barcos, veleros, alzaros al mar, evitad muchos riscos con los que chocar; si el equipaje peligra sin llegar a caer, la barcaza, en buen puerto, arribará siendo otro ser.

Fragilidad

Recostado en el sofá del salón, a oscuras y con el pórtatil reposado sobre mis piernas estiradas, vuelvo a conocer la fragilidad de las cosas, de la vida; esa vieja torre de arena que se desmorona con la más leve brisa. Mientras estaba leyendo la entrevista que los lectores del periódico El País han realizado a Isabel Allende, una palomica revolotea con torpeza siguiendo una ruta de vuelo que se asemeja en exceso a la de cualquier avión: va de la funda del sofá a la luminosa pantalla del ordenador. En ese trayecto que la llevará a la muerte. Ella no lo sabe. No entiende de pantallas ni de fundas de sofá; si acaso puede volar con dificultad de una superficie a otra en un baile poco acompasado de aleteos irregulares y poco elegantes. Posee ese instinto, esa cualidad con la que nació.  Es en ese discurrir cuando alzo la mano repentinamente sin percatarme, como un acto reflejo del que me falta conciencia, y cuando la golpeo con ligereza e inicio un efecto dominó mortal. Mano contra palo

Lecturas de verano

Cuando el calor aprieta y el bochorno incita a cerrar los párpados para sumergirse en mundos oníricos, me surge la necesidad de no caer en el sueño e iniciar un viaje a mundos elegidos por propia voluntad.  Además de sol, playa, calor, incendios, pantanos secos, manadas de turistas, atascos... el verano es la época de las lecturas. ¿Qué libros leer? Tal vez continúe mis lecturas de Proust o intente darle una nueva oportunidad a El Quijote. Me gustaría leer Ulises de Joyce o muchas otras de las obras universales de la literatura mundial. Y no solo eso, leeré libros juveniles, algún ensayo y libros en francés.  A partir de ahora, me pondré a reflexionar y mirar cada uno de los árboles que conforman el bosque de libros que tanto espacio abarca en las librerías.  ¿Algunas propuestas? Las espero.

Secretos

Dicen en un artículo dedicado a la escritora Care Santos en relación a su nueva novela, Las habitaciones cerradas , que "todo el mundo tiene un secreto oculto".  Todos guardamos secretos en un pequeño baúl llamado memoria. Los encerramos en pequeñas vasijas, que a veces se pierden en las profundidades del mar y a veces procuramos no recordar por miedo, por pereza, por promesas, por necesidad, por despiste. Supongo que en el ámbito de los secretos debe pasar como en todo; ha de haber una especie de categorización o jerarquía en la que unos secretos son más importantes que otros; donde unos son silenciosos y otros tan ruidosos, que pareciera que gritan a plena voz por todas las esquinas.  Intento reflexionar con tranquilidad y reconozco que no puedo recordar muchos secretos, aunque hay uno que aparece enseguida; miro en mi interior y veo su brillante vasija de plata y un llamativo cartel que dice: Secreto número 1. Solo lo observo unos segundos, porque no quiero p

Selectividad

Hace ya ocho años me monté en el coche del abuelo de mi amiga Inma y nos dirigimos a Aguadulce, donde haríamos los exámenes de selectividad. Recuerdo con mucha claridad la áspera voz del profesor que pasaba lista, así como la delicada mano de la profesora que comprobaba la identificación. Tampoco puedo olvidar el calor bochornoso ni el aula prefabricada repleta de mesas y sillas. Parece que ahora mismo yo estuviera allí, con los mismos nervios, con el temblor concentrado en las yemas de los dedos de la mano derecha, que no conseguía calmar ni mantener con firmeza el bolígrafo, el papel grueso de los exámenes, las pegatinas con nuestros datos, las fotos a color de la prueba de historia del arte, la pintura de la mujer de la raya verde de Matisse, etcétera. ¡Cómo olvidarlo! Hace ocho años de ello y lo visualizo con gran precisión, como si el tiempo no hubiera pasado y mi mente aún creyera pertenecer a esos momentos. Hoy me ocurre esto por una razón muy simple: mi hermano ha empezado h

Un paraíso de cinco minutos

Parece que es cierta la intuición que tenía: cada día hay un instante en que se puede apreciar el paraíso. Ayer lo pude palpar con todos los sentidos durante cinco minutos. Casi ocurrió sin apenas darme cuenta. Estaba rellenando un informe cuando, de repente, levanté la cabeza y descubrí que la recepción estaba desierta; en esa tranquilidad que sucede a la tormenta. Miré absorto el inmenso mar de la bahía de Almería fundido con el azul claro del cielo y enseguida oí lo que no esperaba, las notas de un violín. La pequeña y delicada mano de una niña de apenas 7 u 8 años deslizaba con delicadeza el arco, produciendo una escorrentía de notas de una hermosa tonalidad. Cuando me vi dentro de esa imagen, supe que el paraíso debía ser semejante a ese instante, en que todo se paraliza para conjurar un hechizo de sentidos. Porque, en efecto, el paraíso está entre nosotros; lo mismo que el infierno.

El mes que viene...

El mes que viene tiene algo especial. No solo vendrá repleto de maletas, clientes y pieles quemadas. No. No solo me abrasaré por el calor ni me ahogaré en el sudor ni en la humedad. No. Se casan dos amigas. He de confesar que me produce pavor saber que contraerán matrimonio. No por el hecho de que lo hagan, sino porque ello me recuerda la soledad de los números primos, el discurrir de las arenas del tiempo, la cercanía del invierno. A pesar de todo, es especial porque para ellas lo es realmente. Y todo aquello, que implica felicidad o que equivale a una puerta nueva que se abre para mis amigos, es importante en mi propia vida, en mi presunta felicidad. Ojalá pudiera asistir. Aunque solo fuera por ver sus brillantes miradas, las emociones, la eclosión del amor, el beso que todo lo sella, la cierta timidez, la explosión de alegría; sentir lo que ellas sentirán al verse unidas a otra persona; volver a descubrir que me puedo emocionar con los sentimientos ajenos, que todavía no he sufr

Vistas desde mi trabajo

Más allá de las cabezas de una recepción desconocida nace un mar, tras los cristales, de acantilados descubiertos, donde un edificio                                                              se cuelga por no caer desesperado sobre la gente.

Una voz fotográfica

Una mirada, una caricia, un trozo de chocolate en la boca, el aroma de la dama de noche, una melodÍa explosiva o serena; una voz. ¡Qué importante puede ser una voz! Sentir los tonos graves, los agudos, la vibración, las pausas, la entonación, el acento. Saber que con ella aparecerán imágenes, recuerdos, sensaciones neutralizadas por el silencio, por su ausencia. ¡Cuánta pena surge cuando el recuerdo la borra! El tiempo pasa y no has vuelto a escuchar esa voz, que tanto te gustaba, que a veces se desagradaba; escucharla de nuevo, eso es lo que en realidad te importa. Quieres que vuelvan a tus oídos las notas de su voz, que se deslicen con dulzura por la cavidad auditiva, que el vello se te erice, que se desarrolle toda una maraña de raíces sonoras; porque ya has olvidado cómo era. Porque casi ni la escuchaste. Dicen que mi abuela paterna tenía una voz grave y que hablaba con timidez. Yo no la recuerdo; ya han pasado muchos años desde que calló para siempre. Solo la es

Un turista desamparado

Realizas la reserva con impaciencia, con las ganas de iniciar ese viaje que tanto anhelas, que desde hace tanto esperas. Pero algo ocurre. Vas en el autobus, observador, atento a todo cuanto transita al otro lado de la ventana, del vidrio, del cristal. Miras con detenimiento el paso de los árboles paralizados, el movimiento de la gente, un semáforo que cambia a verde, un perro solitario, un vagabundo con la cabeza gacha delante de una iglesia... La vida. De repente, oyes cómo los aviones desgarran el sonido. El autobus se detiene. Bajas. Buscas en un panel electrónico el número de tu avión. Compruebas que todo va bien, como estaba previsto. Has facturado la maleta, que solo pesa 7 kg., porque te gusta ir ligero de equipaje, como bien aconsejaba Machado. Ligero de equipaje. La puerta de embarque se abre: tu destino se aproxima, los nervios afloran, la mente despega a otros lugares mucho antes de que lo haga el resto del cuerpo. La tensión se dispara. Todo empequeñece y lo que ant

La voz

Se oye el Silencio. No un silencio cualquiera: El Silencio, esa gran ausencia de sonidos tan terrorífica y temida, prostíbulo de soledades. Se oye, ¿no lo oyes? Escúchalo. Te habla como a mí, con sus susurros sigilosos, con su bravura quebradiza, con esa ansiedad atosigante, como el calor y el frío en un mismo instante. Escúchalo, siéntelo, porque te aclama, te necesita. Quiere guiar tus pasos por esa fina arena empolvarada del camino; el sendero que pisaste una vez y que ahora la lluvia ha ocultado con sus gotas, lo ha diluido, como la memoria que el mar del tiempo ha absorbido de sus orillas.  ¿Lo ves ahora? ¿Escuchas el silencio? El Silencio es tu conciencia, la que nunca calla, porque no ha de hacerlo; la que cuando parece reprimida escupe palabras incendiadas. El Silencio de las verdades, el que el ruido de los coches, el bullicio, el gentío parece ocultar bajo su manto. El Silencio: la Voz de la conciencia imperecedera. "Silencio, ya vienen..."

Nervios

En pleno sueño surgen los nervios. Apenas entran unos rayos de sol por debajo de la puerta, se me acelera el ritmo cardiaco, me despierto a medias, con los ojos todavía cansados, casi atrofiados tras la larga noche de inactividad, y nace en mi interior una bomba de nervios punzantes: exámenes que tal vez no pueda realizar, trabajo en un hotel desconocido casi, recientes secretos inconfesados, dificultosa búsqueda de colegios privados no religiosos... un cúmulo de acciones, sentimientos, reflexiones, que desatan un maremoto gastrointestinal.  Ese se podría decir que ha sido mi despertar matutino de hoy, a pesar de la brisa y el estado de alegría con que me acosté ayer después de una agradable conversación por chat con Malores. En pleno sueño se desatan los nervios para atar los intestinos. Hoy se gradúa mi hermano, ya tiene casi 18 años. ¡Qué rápido se escurre el tiempo por los entresijos de la vida! Si hace apenas unos años era un niño pequeño... Ya es todo un hombre.

Como si me conociesen

Ayer acabé con mucha pena "La Tregua" de Benedetti. La novela es corta y hermosísima. Porque me llegaba profundamente, he intentado postergar el final todo lo que mi voluntad me ha permitido. Ayer la terminé. Serían las 12 de la noche, cuando estando yo recostado sobre la cama leí ese punto final y me quedé tan absorto, que lo único que pude hacer fue tratar de dormir; en ese estado de "iluminación" que ciertas novelas provoca. No sabía si estaba aquí o en Montevideo, ni si era de noche o de día. Una bonita sensación. Después de pensarlo mucho, creo que Benedetti me conoció alguna vez, porque me describía a mí mismo, me hablaba de mí; era yo quien se desplazaba por los pensamientos y las actitudes de sus personajes. No me conoció ni pensaba en alguien como yo. Era un clásico que como tal llega a los corazones de la gente y hace que estos se identifiquen con determinados párrafos o sentencias. Posee la magia que ilumina las zonas comunes al lector, como la lint

No tener sueños...

Tener sueños. ¿Qué significa tener sueños? Un sueño es una ilusión, un pilar imaginado, sobre el que se proyectan nuevos edificios, plantas, tabiques, techos... Un especie de motor que arranca el movimiento, lo impulsa ante la terrible cuesta de las adversidades; una esperanza. Una esperanza. ¿Qué sucede cuando la máquina que los produce se ha averiado y el técnico es incapaz de repararla? Simple y llanamente que se vive tirado por una inercia vacía y carente de perspectiva. No hace mucho me preguntaron en una clase de alemán por mis sueños. No pude dar una respuesta, porque estos se han ido derrumbando lenta pero inexorablemente. No queda ya nada de lo que una vez fue una hermosa flor repleta de pétalos formados con miles de millones de sueños, que el tiempo, los fracasos, los miedos, los vientos del sur, las inseguridades, la desesperanza, han deshojado y transformado en un inmenso sumidero, una nada incontrolada. ¿Cómo reparo la máquina de mis sueños? ¿Dónde se haya el abono ne