Llevo dos días absorbido por la voz tan bien creada por Isabel Allende. El cuaderno de Maya es una novela que me tiene embuido, donde la protagonista escribe todo lo que le va aconteciendo desde su marcha acelerada hacia Chiloé en Chile. Posee la voz exacta que me embelesa, aquella con la que siempre sueño, la que pretendo expresar en mis escritos y que rara vez consigo. Por ello, me siento tan cómodo en la lectura, tan semejante a Maya, tan feliz de ver que es posible encontrar la tonalidad exacta, la que suena en mi cabeza a diario.
Dicen que la madre de la ciencia es la experiencia, así que quién sabe, tal vez después de escribir mucho consiga plasmar letra tras letra la voz, la entonación, el acento, el ritmo, que tanto busco y que pocas veces encuentro. Ahora que he localizado un personaje que cumple esas cualidades, voy a dedicarme a estudiarla hasta que descubra las técnicas y tácticas empleadas para obtener tan fabulosos resultados.
Solo el tiempo y mi práctica dirán si los resultados alcanzan mis expectativas.
Tengo una cosa muy clara y es que hay escritores nacidos para expresarse en tercera persona y otros para hacerlo en primera persona. Yo, que soy un pseudopalabrista, porque no puedo considerarme nada más, soy del tipo que se expresa mejor en primera persona; de hecho si intento narrar algo, lo haré por inercia en primera persona, aunque luego decida transformarlo en una tercera persona.
Tengo una cosa muy clara y es que hay escritores nacidos para expresarse en tercera persona y otros para hacerlo en primera persona. Yo, que soy un pseudopalabrista, porque no puedo considerarme nada más, soy del tipo que se expresa mejor en primera persona; de hecho si intento narrar algo, lo haré por inercia en primera persona, aunque luego decida transformarlo en una tercera persona.
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