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Mostrando entradas de junio, 2012

Llueve sol

Llueve sol                 llovía aquel día. Una montaña lejana                  una fortaleza prevalecía a la vista. La vega llana agita su hierba al viento                  no soplaba brisa alguna, sonreías. Fue una tarde de alterada espera. Caen las horas, Caen siempre, caen, se precipitan.                    Caían,                                        caían. Vi tu paso inquieto, la maleta esperaba en el borde del arcén, sabías que llegaría, sabías que lo deseaba. Crujió la puerta, sonó la amortiguación,                                    descendía el esperado. Días lejanos, fuertes recuerdos de antaño, un pasado que es presente, un futuro ansioso de ser presente, algo que llegue ya, que es potencia de placer, la luz que un día estuvo en Venus y con el tiempo volverá a ser la misma en los confines del universo. Hay melenas oscuras, una mirada viva, el movimiento rítmico de tu cuerpo, tu presencia. Llueve sol, 

El poder de un objeto

Observo ese abanico sobre la mesa. Lo agarro porque me resulta familiar. Tiene las varillas verdes y la tela blanca con dibujos verdes. Veo que en los dibujitos hay algo escrito. No hace falta más para recordar de qué me sonaba tanto: las oposiciones. Era todavía de noche, corría algo de brisa, cuando bajé con mis padres, cogimos el coche y nos dirigimos hacia Jaén. Estaba cansado, muy cansado, dos escasas horas de sueño no habían calmado la necesidad básica de dormir que todos tenemos. Me dolía la barriga, estaba nervioso, tenía ansiedad, por lo que no me dormí en todo el trayecto. Observaba el paisaje tan cambiante desde la costa almeriense hasta los olivares jienenses, paisajes desérticos con montañas de canela y capas de esparto, picos altos de Sierra Nevada con frondosos bosques. Era un paisaje conocido a mis ojos, pero al mismo tiempo era metamórfico, estaba vivo, como todo paisaje; a simple vista los árboles están en el mismo sitio, pero el color ha cambiado, las hojas son

Érase una vez...

'Erase una vez..." Es oír estas tres palabras y mi cuerpo se colma de magia, ilusión, recuerdos.  Érase una vez una princesa, nacida en un lejano reino, blanca cual nieve recién caída, labios rojos cual pétalos de rosa y cabellos negros cual ala de cuervo... y una bruja que permanecía joven y poderosa gracias a la juventud ajena, robada de bellas muchachas raptadas... y un valiente caballero dispuesto a todo por salvar a su doncella... Érase una vez un tiempo en que había países prósperos, donde gobernaban los sentimientos de paz, amor, felicidad, reconocimiento de valores, sinceridad, respeto. Un reino donde las doncellas no necesitaban ser rescatadas, ni los príncipes debían armarse de metal ni valor porque no era necesario. Érase una vez un reino donde no eran necesarios los secretos ni las tramas amorosas ocultas; donde un príncipe podía amar a otro príncipe o una doncella podía enamorarse de una esclava; o quién sabe, un tiempo donde el amor era libre, donde na

Cosas de la vida: padres

Hoy me limitaré a copiar lo que un gran escritor y excelente persona (y eso que no lo conozco personalmente) ha escrito en su blog.  " Vuelvo la vista atrás y recuerdo a mi padre en 1972, cuando tenía 59 años, la edad que ahora tengo yo, y veo a un hombre destruido, acabado, una sombra, un fantasma; un hombre con una depresión de caballo (mucho antes del Prozac), un hombre sin futuro, un anciano prematuro, un pasajero al final de la línea. Y me digo, eh, yo no soy así, yo no tengo los traumas de mi padre (aunque sí otros, imagino), yo superé mi timidez y no necesito a nadie para relacionarme con el mundo, yo no he perdido a mi mujer, yo sigo teniendo cierto éxito en mi profesión, yo sigo vivo y no quiero morir, yo no soy como él." César Mallorquí habla de algo que yo mismo he pensado en variadas ocasiones: ¿Soy como mi padre? ¿Los hijos están destinados a seguir el camino que los padres han iniciado? ¿Debo ser como mi padre?  Tras plantearme estas y muchas otr

Las salvaciones pasajeras

Tras haber pasado por una depresión y un fuerte tambaleo de los pilares de mi vida, recibí la llamada que me salvaría de volver a resbalar en la fosa del bajo estado anímico. Dicen que soy gracioso, que doy alegría allá donde voy. Eso me da energía y me alegra, porque no pretendo otra cosa.  Lo que no se sabe es que tras la máscara de sonrisa esbozada, hay un corazón triturado. Me llamaron y me salvaron. Trabajé en lo que me gustaba y conocí a gente fabulosa, sean profesores o alumnos. En Lucena hasta Semana Santa. Después, tras una semana de incertidumbre, recibí otra llamada. Esta vez vino de Málaga. Me dieron a elegir y, aunque al principio no supe si había acertado o no en la elección, ahora sé que el IES Almenara fue lo mejor que me podía pasar después del IES Juan de Aréjula. Era una mañana soleada, de cielo puro, azul, sin nubes. Había un edificio negro, un ligero dolor estomacal, fotocopias entregadas, papeles rellenados y firmados. Subí en el pequeño C3 azul metál