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Mostrando entradas de agosto, 2014

Palabras tristes de una vida que acaba

Justo después de comer me meto un poco aquí. César Mallorquí ha escrito en su blog. Lo que imaginaba ha sucedido. Su hermano ha fallecido. Solo puedo dejaros enlace a su post y que os emocionéis como yo con palabras que no pretenden causar pena ni tristeza, pero que están cargadas de bombas sentimentales que afectan a cualquier corazón sensible. Por eso admiro tanto a César, por su inagotable capacidad para contar la cosas atrapando el corazón y sacándole tanto jugo que ahoga. Y eso que a simple vista no parece que esa sea su intención. En este caso, estoy seguro que no pretendía emocionar a nadie, sino más bien liberarse un poco, sacar el dolor que acontece a todo aquel que pierde a gente importante. De repente se ha quedado solo. Aquí su relato. Yo he llorado como un crío. No sé vosotros. http://fraternidadbabel.blogspot.com.es/2014/08/jose-carlos-mallorqui-big-brother.html   Porque ser el último de su familia original debe ser muy duro.

Como las Leónidas

De repente estoy en ese estado extraño que me lleva a escribir. Se trata de un momento en que mi cuerpo y mi mente parecen un poco alejados de todo, como si el mundo continuara su paso sin mí o al menos con un yo que va ralentizado. Parece un estado en el que, a pesar de la lentitud de la realidad, se disparan los sentidos y se perciben ruidos a los que por norma general no les prestamos atención.  He apagado la tele. El vaso de leche permanece en la mesa enfrente de mi cara. Está vacío. El sofá está mullido. Qué cómodo es. Es una suerte poder tener un sofá cómodo, ¿verdad? Es una fortuna poder hacer tantas cosas de las que no somos conscientes. Cuando vivía en Francia, tenía una ducha en la que nunca era posible regular bien la temperatura del agua. Hacía un frío del carajo en pleno mes de enero y la calefacción no funcionaba a la perfección. Además vivía yo en un viejo edificio junto al húmedo río. Aquel viejo edificio del siglo XIX tampoco era una madriguera calentita y tenía s