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Mostrando entradas de febrero, 2012

Las cifras las dejaremos a los adultos

"Les grandes personnes aiment les chiffres " ( Le petit prince ) Como dice el principito en la cita que acabo de escribir, las personas mayores, los adultos, solo pensamos en cifras. Medimos cada cosa en números y olvidamos que la realidad nunca ha estado conformada por ellos. Aunque lo dijera Pitágoras y lo diga mucha mente lúcida, para mí nunca será cuestión de números y que no me intenten convencer, soy testarudo y cuando he llegado a una conclusión rara vez la cambio por otra. Es cierto que los números pueden ser una parte de la estructura, pero ¿de dónde sacamos el resto del envoltorio, las venas, la sangre, el color, los sentimientos, la inteligencia, el "alma", el idioma, el conocimiento, la belleza, la fealdad, etc.? ¿De una combinación de números? Lo siento pero no.   El cerebro tiene tal volumen, tantas células, tantas neuronas, tanto de líquido, tantas partes... pero el cerebro es más que esas cantidades. ¿Para qué basarlo todo en cifras? El conocimien

Cosas que hace la música

Envuelto en mantas de profunda oscuridad abro los ojos. Parece una noche profunda y, en cambio, hace ya una buena hora que el sol se impuso en el cielo. Palpo con la mano todo el contorno de la cama y tristemente me doy cuenta de que esta sigue vacía. Cierro los ojos de nuevo y entonces veo la luz, que brilla desde el fondo del nervio óptico, como un faro que indica el camino al barco de mi vida: tus ojos profundos. Me duele un poco la garganta, puede que me resfríe, no me sorprendería en absoluto, pareciera que los virus son mis amantes más acérrimos, pues nunca quieren soltarme del todo. Y cuando me sueltan vuelven al poco... Dejo de escribir, Pablo Alborán me acaba de emocionar con una canción suya... algo que no me había pasado antes. Se me acaba de desviar el hilo literario que me había inspirado para escribir esto y ahora ya es imposible que siga escribiendo por donde iba. El viaducto de las letras se acaba de bloquear. Os quiero a todos. Después seguiré escribiendo si puedo.

La jaula de mariposas

Mi estómago es una jaula, una prisión de mariposas, hadas nacidas de tus palabras, caricias telepáticas, piel canela. Mis yemas estiran mi lengua para dar forma a mi pensamiento, tecleando sus sonidos, caliento, las palabras te llegan puras. Parezco un hombre de césped tan verde como la oliva, tan verde. Parezco un chico perfecto, tan fuerte como el mármol, tan fuerte. Y no soy nada de eso, solo lo que en tu interior  mi yo es circunstancia. Quiero descifrar las palabras ocultas entre los pliegues de tu cuerpo, los poros, la suavidad de tu dermis, un abrazo, tan solo eso, quizás también un dulce beso.

Día de giros permanentes

Sabiendo que el puesto de libros de segunda mano lo quitarían hoy, ayer decidí salir de estas paredes frías para respirar aire vivo y darme una vuelta por aquella plaza del centro de Lucena. Miré todos los libros, buscando autores franceses o algo que me llamara la atención. Había de todo y a un precio asequible; tan barato como un par de bolsas de doritos. A mí, que me puede la curiosidad, se me ocurrió preguntar al librero ambulante si vendía libros de autores franceses en versión original.  Sí, fue su respuesta, pasa dentro, en esta balda encontrarás todo lo que tengo.  En verdad tenía una buena colección. Entré en la zona del vendedor, sintiéndome un librero que busca entre su adorada colección. Mientras tanto, de fondo se oían las voces de niños disfrazados que cantaban canciones con ritmos conocidos, pero letras inventadas. Me creí, de hecho, encerrado en un dulce sueño, donde entre preguntas de interesados y miradas de sorpresa mi pensamiento se dividía entre la búsqueda de l

lectura y sueños estrambóticos

Ayer lloré. No fue un llanto largo ni intenso. Cayeron dos lágrimas por mis mejillas y, después, me quedé pensativo unos minutos.  Hay rutinas que difícilmente podría abandonar; leer libros, periódicos, revistas, es una de esas costumbres diarias, tan cotidiana como desgastada por el uso e igual de necesaria para mi subsistencia. ¿Qué lecturas? De todo tipo, pero unas de las que más placer me producen provienen de los blogs de Antonio Muñoz Molina y César Mallorquí. Precisamente ayer leí la última entrada de este último y lloré como ya he dicho al principio. En esa entrada, el célebre autor de literatura hace un pequeño homenaje a uno de sus mejores amigos de la infancia, fallecido hace medio año y cuya noticia recibió hace apenas un mes y medio. El relato es intenso como pocos. No es de extrañar. César posee una narrativa clara y directa, pero de un potencial impresionante, a lo que si añadimos que la emoción ya viene dada por el tema, uno no puede esperar acabar sonriendo por la emo

De maletas y ojos de mora

Preparo la maleta y la mochila, me calzo y dejo todo en el pasillo. Dentro de unas horas seré de nuevo caminante de una ruta que se va a haciendo familiar y dejaré tras de mí unos ojillos de mora y el esplendor de una rosa sin espinas.  Me mira la perrita de los ojitos de mora con tristeza. Es inteligente, lo es. Más inteligente que la mayoría de los humanos. Me ha visto preparar todo para el viaje y ahora no se despega de mí, busca el contacto con mis piernas, me lame la mano de vez en cuando, trata de captar mi atención. Sé que si la miro demasiado lloraré, porque no la veré en toda la semana, en principio. Si la interinidad se alarga más, será más tiempo.  La he mirado. Está paralizada, pero inquieta, alza las orejas de vez en cuando, mueve la nariz; creo que pretende obtener información olfativa que le diga adónde voy. Por esa razón, huele sin cesar y, como no recibe respuestas, no desactiva su olfato. Está alerta. Me quiere. "Quítame este sufrimiento", dice Malú ahor

Mi abuela y sus roscos

Mi espalda se resiente por las horas de coche en la carretera. Salí del nacimiento de los olivos y, entre montañas, llanuras, bosques, mar, naranjos, chirimoyos y aguacates, di a parar a una vega de plásticos, cuando el sol ya me había dejado de iluminar el camino. Horas y horas de carretera, sentado en una misma posición, viendo pasar el cambiante paisaje, al mismo tiempo que en mi mente se proyectaban otras películas imaginadas o simplemente recuerdos en movimiento. Entonces emergió, de la vega de la costa granadina,  la ballena de cal. Accedí por el intrincado encaje de callejuelas y disfruté de un café con leche y un rosco de azúcar con mi abuela. Tras media hora en el paraíso, me lancé de nuevo a la carretera, llegué a casa guiado por las llamas de la casa del vecino. De aquel balcón salía despedida una llama inmensa, difícilmente controlable. Parecía que allí se hubiera aprisionado el alma de un dragón, que de repente hubiera despertado del letargo y en su despertar hubiera deci

Soy papel congelado

No suena el despertador, porque yo ya lo había apagado. Me había girado dentro de la tonelada de mantas, con el miedo del que se sabe al borde de un precipicio de hielo, desde el cual emerge una lluvia de estacas congeladas, y lo había desconectado. Con la oscuridad delante de los ojos encendí la luz, algo desorientado, ausente, como presente en una realidad paralela, probablemente en el mundo de Sartre, entre el bronce y la sensación de estar desnudo y desprovisto de una piel que me proteja del infierno helado de la vida.  La mañana transcurre bien: un examen, unas fotocopias, un exceso de energía para controlar a un numeroso grupo de niños inquietos, charlatanes, revoltosos... niños, a fin de cuentas. Suena el timbre, estridente como siempre, cruzo entonces el umbral que separa la surrealidad y el mundo de los vivos, entro en el bar de Agu y sin pedir ya tengo en la mesa el café con leche y la media tostada. Rodeado de compañeros, surge la imagen del chico pelirrojo, el prepotente,

Un disfraz de bienestar

Yo estoy bien, muy bien si cabe, tú, en cambio, mal, muy mal, me parece. Tus lamentos son caracolas de condensados pensamientos, dolores del alma, del corazón. Tu voz quebrada, en mi un filamento. Tu lágrima una palabra mojada que huye precipitadamente por el papel de tu cuerpo. Tú, sufridora de un destino puñetero, que te hace daño en cada recoveco de ese tiempo torpe, que te quita el sueño. Tú, mi ser más querido, pérdida en la oscuridad del día, de la luz. Soy tu hombro, un apoyo lejano, que nada puede por ayudarte, un cero. Y lloro, claro; por supuesto que lloro, lagrimeo muy por dentro; mis ojos permanecen secos, pero si vieras mi nervio óptico temblarías de la cantidad, de las escorrentías de dolor ajeno, porque yo también lloro, aunque solo sea por dentro. Yo estoy bien, muy bien si cabe, pero eso es solo un disfraz poco sincero.

Una de mis escrituras de loco

Todo el día buscando textos para preparar un miserable examen de comprensión lectora y todavía me queda preparar cuatro exámenes más.  El ajeno siempre habla mal de lo que no conoce, lo menosprecia: los profesores no trabajan.  Me gustaría saber qué concepto es ese de no trabajar, de ociosidad. Ha llegado el fin de semana, tengo que preparar exámenes y como soy un desastre me pierdo en la red, descubro filamentos de oro, me cuelo por los huecos, me sumerjo en tejidos de letras y no encuentro nada que se adapte a lo que busco.  Consecuencias surrealistas. El líquido de la pantalla me nubla las lentes naturales de la vista y las manos enrojecidas por el frío van adquiriendo una rigidez propia del hielo; se solidifican formando pámpanos afilados que aporrean el teclado sin descanso, al mismo tiempo que se van quebrando y deshaciendo en menudencias de cristal. La nariz ha desaparecido de mi cara, cosa un tanto complicada. Siento cómo los labios sufren un repentino complejo de lija y es

Sorpresa y gratitud

Mis alumnos se sorprenden porque he creado un blog para ellos; porque les he dado una dirección de correo electrónico para preguntarme dudas conforme les vayan surgiendo; porque no me paso la hora regañando; y porque sonrío mucho. Y yo me preguntó que qué tiene eso de sorprendente.  Lo extraño es que no me comenten lo disperso que soy o cómo voy enlazando un tema con otro y acabo rematando la clase con la sensación de haber creado una cebolla conformada por capas temáticas muy distintas, pero que por alguna razón yo fui enlazando. Me sorprende que pueda llegar a impartir la mayoría de las clases en francés sin recibir protestas del tipo: habla en español que no nos enteramos.  Todo es una maraña de sorpresas. Lo único que no me sorprende es lo que disfruto dando clases. No sé si he nacido para esto o no, pero solo por el hecho de que algo me haga feliz tengo que perseverar. ¿No creéis?  ¿Es vocación esto? No lo creo. Es tal vez una consecuencia directa de mi carácter social y empát