Envuelto en mantas de profunda oscuridad abro los ojos. Parece una noche profunda y, en cambio, hace ya una buena hora que el sol se impuso en el cielo. Palpo con la mano todo el contorno de la cama y tristemente me doy cuenta de que esta sigue vacía. Cierro los ojos de nuevo y entonces veo la luz, que brilla desde el fondo del nervio óptico, como un faro que indica el camino al barco de mi vida: tus ojos profundos. Me duele un poco la garganta, puede que me resfríe, no me sorprendería en absoluto, pareciera que los virus son mis amantes más acérrimos, pues nunca quieren soltarme del todo. Y cuando me sueltan vuelven al poco...
Dejo de escribir, Pablo Alborán me acaba de emocionar con una canción suya... algo que no me había pasado antes. Se me acaba de desviar el hilo literario que me había inspirado para escribir esto y ahora ya es imposible que siga escribiendo por donde iba. El viaducto de las letras se acaba de bloquear.
Os quiero a todos. Después seguiré escribiendo si puedo.
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