Sabiendo que el puesto de libros de segunda mano lo quitarían hoy, ayer decidí salir de estas paredes frías para respirar aire vivo y darme una vuelta por aquella plaza del centro de Lucena.
Miré todos los libros, buscando autores franceses o algo que me llamara la atención. Había de todo y a un precio asequible; tan barato como un par de bolsas de doritos. A mí, que me puede la curiosidad, se me ocurrió preguntar al librero ambulante si vendía libros de autores franceses en versión original.
Sí, fue su respuesta, pasa dentro, en esta balda encontrarás todo lo que tengo.
En verdad tenía una buena colección. Entré en la zona del vendedor, sintiéndome un librero que busca entre su adorada colección. Mientras tanto, de fondo se oían las voces de niños disfrazados que cantaban canciones con ritmos conocidos, pero letras inventadas. Me creí, de hecho, encerrado en un dulce sueño, donde entre preguntas de interesados y miradas de sorpresa mi pensamiento se dividía entre la búsqueda de libros atractivos y el susurro de tu voz en mis oídos.
Salí del interior del puesto de libros viejos, de aromas a papiro. Compré cinco libros, entre ellos "Le petit prince", el libro que, como dijo mi amigo David, es libro de gente buena.
Fui alegría condensada en un corto espacio de tiempo. Había leído, entre las páginas de los cientos de libros que tuve entre mis manos, nombres y anotaciones de gente que no sé si vive o ya ha muerto, de historias que se entretejieron en mi cabeza, de intentos de razonamiento literario, de solidificación de momentos que no viví, pero que me gustaría haber vivido, de haber visto cómo una persona vende su libro a buen precio para que otra disfrute de él con pasión, con anhelo.
Ayer fui feliz perdido entre libros, creando historias de personajes ajenos, de las que solo conocía su nombre, o a veces ni eso.
Ayer supe que no estabas bien, que esperabas a que la luz se apagara, ahí se apagó mi alegría, porque supe que sufrías en silencio. ¡Ánimo!
Ayer fue un día muy completo, al final del todo recobré el cálido aliento que la pantalla líquida me agasajaba con las letras de tus dedos. Sé que la pirámide y la muralla china se hicieron con mucho cuidado y esmero. Soy arquitecto, no de grandes monumentos, tan solo de historias, de palabras, traductor y simple obrero literario.
Si me buscas, aquí espero.
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