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Mostrando entradas de noviembre, 2011

La autoenvidia

Todos tenemos envidia, pero ya puestos por qué no envidiar nuestras propias vidas.  Envidiar nuestro aliento, la luz que nos daña el párpado, el frío que nos eriza la piel, ese abrazo cálido de la realidad. Si nos envidiáramos a nosotros mismos el camino se haría más fácil, porque ahí puede estar una de las claves de la felicidad, la brisa que deshilacha nieblas o que vuelve el fango más ligero, el impulso detenido y la pausa acelerada a un mismo tiempo. La autoenvidia es estar "en vida", aunque solo sea por juego sonoro.  Así me he levantado, autoenvidiado, aunque parezca que no tengo motivos para ello. Y voy a envidiarme; he escrito un poema sobre este tema que me ha quedado maravilloso. Me envidio. Envidio mis movimientos, el teclear en este ordenador, la música triste que suena a mi alrededor, los recuerdos de un pequeño viaje ya terminado, hasta envidio esa lista de interinos que no avanza. ¡Qué más da! Es motivo de envidia.  Envidio la voz rota, las lágrimas propia

Un retazo del viaje (I)

Un coche llegado de Narnia, con música de Amaral se asoma tras la curva de una carretera usual. Eva viene con su primo y me sonríen al pasar se detienen junto a mí y con fuerza me abrazan ya. Comemos papas guisadas, ¡qué buenas que están! Y entre pasodobles y chirigotas subimos al autobus con su compás. Charlamos de mil cosas  y percibimos que nada cambiará. a a a a a a aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah El tiempo pasa y nada cambia, aunque todo se modifique. Sevilla en su llanura nos acoge con bravura, Cree que somos unos hambrientos, y pretende que nos alimentemos de puro aliento, por eso prefiero Granada, porque allí la carne siempre viene aliñada. Llegan las gallegas en el avión y con María viajamos hasta la pensión, un apartamento en pleno centro y, entre callejuelas, descubrimos a un ser tremendo: de pelo voluminoso y aire distraído  nos acerca con su acento a un bar perfecto. Qué gracioso es el destino, pinta con sus dedos caminos con mucho tino y

Incomprensibles amores

"Comme c'est bizarre! Que c'est curieux!" Leo de nuevo esta obra de Ionesco (La cantante calva) y, por alguna razón desconocida, siento el efecto del amor por un objeto literario. Es como el amor que se siente por alguna persona, aparece de repente o poco a poco, muy sigiloso, y para cuando eres consciente de ello ya no hay marcha atrás, el sentimiento ha echado raíces en algún punto del propio cuerpo y no hay modo de acabar con él. Nacen por alguna razón, pero no se sabe bien cuál y ya se ha instalado para siempre, aunque esas raíces se vayan debilitando por falta de riego. Es raro y curioso que algo así suceda con un libro, con una canción, una casa, un lugar, con  un objeto o una entidad, en definitiva; pero se ve que las hormonas o el mecanismo que actúa a ciegas en el amor hacia las personas no difiere ni un ápice en el caso de los objetos, las ideas o cualquier cosa que en principio no debería ser tratada con tanto amor; como una persona.  Lo curioso de esta

20-Nooooo

20-N El cielo está encapotado. Hace frío. Calahonda se ha inundado tras las trombas de agua de ayer por la tarde-noche. Tormentas y rayos. La luz se fue varias veces. Y hoy, el cielo sigue cubierto de una masa gris intangible y yo camino con la seguridad del que alza la cabeza firme porque sabe que está cumpliendo con su deber, aunque sea consciente de que por mucho deber que cumpla su acción apenas tendrá relevancia.  Camino directo a mi mesa electoral. La busco al entrar en el recinto. ¡Qué casualidad! Es justo la que tengo enfrente. Abro los dos sobres para comprobar que no me he equivocado. "Sí, son las mismas papeletas que había metido esta mañana", me confirmo.  Un minuto después, los sobres se mezclan en la caja con muchos otros y yo sé que entre ellos la mayoría es de un color que no me gusta; me asusta. No el color en sí, sino las ideas que lo componen, porque descubro entre sus trazos un mecanismo retrógrado; el mecanismo de la máquina del tiempo que retrocede la

Etimología semi-inventada de "Nostalgia"

Se ve que soy un neurótico de las etimologías; si no es así, entonces quién me puede explicar por qué me he despertado esta mañana al son de esta etimología semi-inventada. Nostalgia . Algia significa dolor . Hasta ahí todo normal. Ahora empieza la parte líquida de la palabra "nost(a)". Si lo leemos en voz alta tenemos algo así como "no está". En otras palabras, que la nostalgia debe ser el "dolor de lo que ya no está", de lo que se fue. Mi neurosis etimológica no se puede explicar. Lo que sí se puede explicar es la razón de que sea esta palabra y no otra: ayer sufrí una inundación de nostalgia cuando en facebook mi querida Eva subió fotos de hace años y estuvimos comentándolas entre muchos; amigos del pasado, algunos todavía del presente. Y se ve que mi cerebro ha funcionado toda la noche ahogado en esa marea que es el pasado, en el abismo del tiempo, y al sonar el despertador ha erupcionado esta etimología semi-inventada, pero lógica. Un saludo p

Un frío distinto

El frío que viene de dentro, no el de fuera,  ateridos cuerpos sin vida concentrados en el hoyo de la muerte. El frío que viene de dentro, no el de fuera, lluvia que emerge del ojo porque se ha perdido un amado fuerte. El frío que viene de dentro, no el de fuera, quejidos y lloros tras la caída al valle de los que ya no caminan. El frío que viene de dentro, no el de fuera, un cristal entre un lado y otro, donde los abrazos sujetan la tristeza. El frío, Cae la lágrima del Ártico, congela la realidad. El frío que ya no viene de fuera y te recuerda la vida; más bien el frío que viene de dentro y te recuerda el tiempo. Muerte, frío, infierno, eso puede ser el Tiempo.

Un gato-tigre de esfuerzo y respiración

Entre palabras volcadas a través del micrófono del móvil, cuando la noche ya ha tomado su reino, aparece bajo las sombras de los coches un gato. Su tamaño es descomunal. Su color gris, triste. Bien podría ser un tigre callejero.  Pero no.  El gato sube guareciéndose entre las cortas sombras que las farolas proyectan bajo los coches aparcados en fila en una cuesta muy empinada. yo sigo hablando y comentando. Las risas rebotan en la solitaria calle. La luna fantasea en el cielo. Eva, al otro lado del auricular, habla conmigo de muchas cosas. Parece que la tranquilidad ha llegado.  Pero no. Era solo una terrible ilusión.  De repente, la tranquilidad se quiebra. El motor de una moto de cross estremece el ambiente. Su ruido se intensifica rebotado por la estrechez de la callejuela. Su impacto se desparrama por la cuesta. Un susto. El gato quiere cruzar. Salta. El susto se intensifica. La moto aparece a la vista. Surge como un demonio con guadaña de sierra. Moto(rizada). El ruido tropie

Un viaje inesperado

Llego a la biblioteca y me detengo en las vitrinas vacías, huecas, carentes de viejos huesos, de libros de otros tiempos. Entonces por un momento veo renacer el recuerdo de una exposición habida por lo menos hace un año, donde esas viejas cajas de cristal contenían la belleza misma plasmada en hojas amarillentas, antiguas, hasta salvajes, me atrevería a decir. Libros medievales. Los había de todos los tamaños y contenidos, pero sin duda el más destacable de todos era el que representaba un colorido mapamundi medieval, con sus correspondientes "Terra incognita" y sus ilustraciones de bestias mitológicas. En aquellos momentos de exposición pude transladarme en nave por aquellos parajes antes salvajes, ahora destruidos por el velo levantado, por la mano de un ser avasallador, ambicioso, destructor, humano, descubridor. Navegué por aquellos mares y realicé un periplo, cual Ulises, por aquellas costas andaluzas deformes, mal dibujadas, distintas. Incluso creí percibir el brillo

Político bien sentado derecho

El diálogo del miserable, que lame y lame las palabras del barbudo, de un ruín pedazo de capullo. La despótica demagogia del chulo chulo, que amasa una fortuna sin tener un duro. El bastardo sibilante, un político pusilánime que regresa hacia el pasado en su bien preciado yate. Sus falacias son de ácido, de una podredumbre sin igual, se cree el rey del partido porque no sabe que va a acabar muy mal. El papel les da la victoria, confiados sonríen al pasar, y los pueblerinos, con su derrota, no saben dónde mirar. Hambrientos de nuevo, observan al barbudo con su disfraz sentado bien derecho en su pedestal, mientras come el pastel, el pelotudo . Ingredientes de primera que todos habíamos podido disfrutar, que el pepero sibilante se carga en un pispás. Pobres y mal parados, libres hasta hace poco,                                   cagados, la derecha irrumpe solo con el arma destructiva. Caemos despavoridos de las alturas de la libertad, Adiós, políticas sociales. Adiós, estado del

Lloros

Escucho los lloros de alguien que quiero y se me cae el alma a los pies, diluida en una melodía deprimente. No me cabe la menor duda de que si hay algo que puede lastimar más que el sufrimiento propio eso es el sufrimiento ajeno de alguien que quieres. Ves su mirada dirigida hacia el interior, ajena a la realidad, ausente. Oyes los quejidos dolorosos, el crujido de su corazón quebrado, agrietado. Es terrible presenciar tal dolor. Pero tienes que presenciarlo para ayudar si acaso es posible.  ¿Pudo alguien detener la espada que la propia Dido insertó en su cuerpo desde la atalaya desde donde vio alejarse la nave de Eneas?  No. Solo ella misma habría sido capaz de sobreponerse al filo del metal y lanzar la espada lejos de su alcance. Ella era la única con la capacidad suficiente para cerrar aquella puerta y abrir una nueva, hacia un mundo mejor, donde otro hombre la podría haber hecho feliz. Pero si Virgilio hubiera cambiado la trama, ¿quién sería Dido? ¿Una simple reina, un personaje

En el cementerio de los vivos

Es mañana temprana, soleada y hasta calurosa. Los coches transportan a la gente a través de un camino de eucaliptos hasta que ya inmersos en plena naturaleza, allí donde empieza la montaña, llegan a un lugar destacado: aparece con un blanco reluciente el cementerio de Salobreña. Canalizaciones de agua fresca circundan el recinto, al igual que los abetos dan sombra en el portón de entrada o los cipreses dan vida a los pasillos de lo que parece más un dédalo que un cementerio, con callejas, pasajes sin salida, escaleras, altas y bajas.  Ayer el bullicio de la vida llenó el cementerio de energía, sobrepasando en cantidad a los eternos durmientes. Los vivos acudieron con flores, al menos la mayoría. Las abispas sobrevolaron los nichos de mis bisabuelos maternos, como siempre. Miré los ojos paralizados de mis antepasados. Me planté largo y tendido delante del nicho de mis abuelos paternos, esos que tan pronto me abandonaron; los que casi no vi porque la ventisca apagó con rapidez sus vidas