Un coche llegado de Narnia,
con música de Amaral
con música de Amaral
se asoma tras la curva
de una carretera usual.
de una carretera usual.
Eva viene con su primo
y me sonríen al pasar
y me sonríen al pasar
se detienen junto a mí
y con fuerza me abrazan ya.
y con fuerza me abrazan ya.
Comemos papas guisadas,
¡qué buenas que están!
¡qué buenas que están!
Y entre pasodobles y chirigotas
subimos al autobus con su compás.
subimos al autobus con su compás.
Charlamos de mil cosas
y percibimos que nada cambiará.
a a a a a a aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah
El tiempo pasa y nada cambia,
aunque todo se modifique.
Sevilla en su llanura nos acoge con bravura,
Cree que somos unos hambrientos,
y pretende que nos alimentemos de puro aliento,
por eso prefiero Granada,
porque allí la carne siempre viene aliñada.
Llegan las gallegas en el avión
y con María viajamos hasta la pensión,
un apartamento en pleno centro
y, entre callejuelas, descubrimos a un ser tremendo:
de pelo voluminoso y aire distraído
nos acerca con su acento a un bar perfecto.
Qué gracioso es el destino,
pinta con sus dedos caminos con mucho tino
y con el francés vemos los retazos del sino,
salimos todos de fiesta y acabamos divertidos.
Una torre custodiada
por carros de caballos y turistas armados de flashes
nos enseñan que en Sevilla
no todo es escaparate.
Allí el pasado está presente
y el futuro se respira en el ambiente
de un moderno metro deslumbrante,
aunque allí la gente no lo aparente.
El viaje continuó
mucho más de lo que cuento
pero eso lo dejo
para otro momento.
y percibimos que nada cambiará.
a a a a a a aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah
El tiempo pasa y nada cambia,
aunque todo se modifique.
Sevilla en su llanura nos acoge con bravura,
Cree que somos unos hambrientos,
y pretende que nos alimentemos de puro aliento,
por eso prefiero Granada,
porque allí la carne siempre viene aliñada.
Llegan las gallegas en el avión
y con María viajamos hasta la pensión,
un apartamento en pleno centro
y, entre callejuelas, descubrimos a un ser tremendo:
de pelo voluminoso y aire distraído
nos acerca con su acento a un bar perfecto.
Qué gracioso es el destino,
pinta con sus dedos caminos con mucho tino
y con el francés vemos los retazos del sino,
salimos todos de fiesta y acabamos divertidos.
Una torre custodiada
por carros de caballos y turistas armados de flashes
nos enseñan que en Sevilla
no todo es escaparate.
Allí el pasado está presente
y el futuro se respira en el ambiente
de un moderno metro deslumbrante,
aunque allí la gente no lo aparente.
El viaje continuó
mucho más de lo que cuento
pero eso lo dejo
para otro momento.
Comentarios
Publicar un comentario