En breve termina agosto y con él se marcha el verano. Un verano, por cierto, muy extraño; se me ha pasado volando, a velocidad supersónica. El verano empezó con mucha ansiedad y estrés, con conocimientos que me tenían la cabeza y el corazón a presión, como en una olla exprés. Un examen de oposiciones teórico y práctico agotadores, luego una segunda fase de defensa de programación y unidad que me remataron; cierto es que debo reconocer que por primera vez, a pesar de la tensión que exige un momento tan importante, disfruté de mi defensa, reí, hice payasadas y les demostré lo que es para mí la enseñanza, cómo soy yo como profesor y cuánto me importa que mi alumnado vaya adquiriendo poco a poco las herramientas que les permita ser ciudadanos plenos y los actores principales de sus propias vidas. Salí satisfecho, contento y, al mismo tiempo, desbordado por las inseguridades, la mezcla entre caos y cosmos, saber que había hecho bien mi segundo examen pero sentir que todo dependía de e
Las primeras palabras se plasmaron sobre piedra, quizás, estas de ahora las plasmo sobre las pantallas líquidas de vuestros ordenadores y teléfonos. Bienvenidos/as al espacio donde mis palabras tienen lugar.