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Nueva aventura

En breve termina agosto y con él se marcha el verano. Un verano, por cierto, muy extraño; se me ha pasado volando, a velocidad supersónica. 

El verano empezó con mucha ansiedad y estrés, con conocimientos que me tenían la cabeza y el corazón a presión, como en una olla exprés. Un examen de oposiciones teórico y práctico agotadores, luego una segunda fase de defensa de programación y unidad que me remataron; cierto es que debo reconocer que por primera vez, a pesar de la tensión que exige un momento tan importante, disfruté de mi defensa, reí, hice payasadas y les demostré lo que es para mí la enseñanza, cómo soy yo como profesor y cuánto me importa que mi alumnado vaya adquiriendo poco a poco las herramientas que les permita ser ciudadanos plenos y los actores principales de sus propias vidas. Salí satisfecho, contento y, al mismo tiempo, desbordado por las inseguridades, la mezcla entre caos y cosmos, saber que había hecho bien mi segundo examen pero sentir que todo dependía de ellos, de aquellos compañeros que en ese momento eran tribunal. Y entonces llegó el verano para mí, pero no plenamente, siempre atento a la publicación de baremos, de listas, de aprobados, de destinos provisionales, definitivos... hasta que al fin supe a principios de agosto que estaré este curso en Roquetas; de nuevo en casa y, por fin, con tiempo para mí. Podría decir entonces que mi verdadero verano empezó a partir de la publicación de los destinos definitivos... No está mal, pero es verdad que tengo la sensación de que no he descansado mentalmente, de que me va a costar iniciar este curso... ya os iré contando. A partir de ahora volveré a escribir con más frecuencia. Será un ejercicio de escritura. Necesito recobrar este hermoso hábito, mi espacio de calma y tengo que decir que hay mucho de lo que escribir.
¡Que comience de nuevo esta aventura escrita en el papiro de mi vida! Saludos.

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