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Un poco de aire

 Como quien no quiere la cosa, siempre uno encuentra un momento en el día de reposo, de calma, de desconexión de coronavirus dichosos, y aún con una mascarilla asfixiante puede respirar.  El coche rodaba esta mañana por aquella carretera, transitada por camaleones y granos de arena transportados por el viento, siempre recto, directo a un destino, donde maderas de muelles antiguos todavía se mantienen, a pesar de los vendavales, soportando las metrallas de salitre que el mar escupe en esta parte de Almería, y, tras las montañas de blanca sal recién recolectada, pastan los flamencos rosas como en el norte pastan las vacas. Así, hoy he podido fundirme con la naturaleza y volver a recuperar una bocanada de aire fresco, de esos que limpian y purifican todo, y por unas horas la calma ha sido la tónica y no los problemas cotidianos que nos asfixian a diario.  ¡Por muchos días así! 

Como el viento

El tiempo comparte con el viento su vaivén, sus momentos lentos de suave brisa, de potente huracán o de casi inexistencia, como si no existiera, pero ahí está siempre el aire y los años que pasan acumulados por segundos, minutos, horas, días, semanas, meses... Y así como el viento erosiona todo, seca la tierra y arranca de las plantas el agua que conserva, así el tiempo nos arranca la vitalidad, se lleva con él también la inocencia y las personas, unas veces queridas y otras simples máscaras que vuelan a la mínima ráfaga y tras las máscaras huyen corriendo tratando de atraparlas. Así el viento y el tiempo acaban llevándose la piel, la carne, el hueso, el alma y, como pétalos de flor de buganvillas, rápidamente vuelan y desaparecen. Fin.

Un relato que escribí aquí hace casi cinco años

He entrado en el blog porque me apetecía leerme al azar y justo he caído en este enlace  https://elpapirodelaspalabrasliquidas.blogspot.com/2014/09/una-vez-me-ahogue.html Al principio no recordaba haber escrito esto, pero conforme lo iba leyendo se ha activado en mí la pasarela de los recuerdos y me he visto de repente trabajando en un hotel, de noche, con la piel de gallina y la pena de saber que aquel día había ocurrido  una tragedia. Esa tragedia tiene parte de realidad en ese relato que puede parecer fantasioso e incluso extraño. No sé lo que transmite a quien lo lee, pero a mí me supone recordar aquella tragedia que tantas veces tiene lugar en verano en nuestras playas y piscinas. Me supone también sentir la angustia del ahogado, ya sea ahogado en una piscina, en una bañera por tortura, en el mar buscando una vida mejor que a veces nunca llega o simplemente ahogado en los propios pulmones por una enfermedad, por asma, por cáncer...  Lo comparto de nuevo, por si alguien quiere