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Mostrando entradas de julio, 2014

Cosas que no son ni tan buenas ni tan malas: faltas e internet

No soporto las faltas de ortografía. Seguramente esto se deba a que a mí me ha costado mucho esfuerzo no cometerlas. La cuestión es que voy a tener que empezar a no repudiarlas con tanto ímpetu y darles el cierto valor que tienen.  Ayer supe que, sin las faltas de ortografía que cometieron algunos escritores latinos, no sabríamos en absoluto cómo pronunciaban ellos su lengua y nos habríamos quedado en las pautas dictaminadas por el latín usado por la iglesia.  Saber esto me lleva a darle una mayor importancia a las faltas; a fin de cuentas son un casi fiel reflejo del habla y, por consiguiente, muestran la vida de las palabras en su momento concreto. Digamos que podríamos verlas como un testimonio similar al que producen las fotos antiguas o los restos de un edificio griego. Son una pasarela directa al pasado. La buena grafía no es más que un intento de retener algo que está muy vivo, como es el caso de los idiomas.  Los españoles de toda la vida no hemos diferenciado

Molesta sensibilidad

No sé si os pasa a vosotros también. A mí me ocurre que o alimento la sensibilidad o la sensibilidad explota en mí. Es una necesidad. Necesito sentirme frágil, localizar belleza en lo más mínimo y derramar algunas lágrimas. Últimamente estoy muy sensible. Lo malo de esto es que si se excede el nivel de sensibilidad el mundo me devora y, lo que es peor aún, me destruye desde mi propio interior. Se condensa tal grado de destrucción en el centro del cuerpo mismo y estalla en expansión por todos los órganos internos... Estoy mal. Intento negármelo, pero no es normal que anteayer se incendiaria mi garganta de lágrimas cuando me despedí de mi abuela. Ya debería estar acostumbrado. Vivimos separados desde hace demasiados años, 19 o veinte. Ya no me emocionaba tanto despedirme de ella. O sí. A veces no nos damos cuenta de cómo suceden los acontecimientos de lo inmiscuidos que estamos en la historia que estamos viviendo; algo así como cuando uno sale del trabajo y llega a casa en coche sin

Bagatelas de la sociedad vacía

Está el tiempo tan loco como siempre. Acabo de leer que ayer granizó en Madrid. Anoche hizo mucho frío en Almería, estuvo nublado y sopló mucho viento. Parecía octubre. Yo no sé si esto es por el apocalíptico cambio climático o porque la Tierra siempre ha tenido un clima cambiante. No tengo la menor idea. Lo que sí sé es que me gusta este frío veraniego, esta contradicción que provoca un día otoñal en época estival. Esto da un poco más de juego a la vida, porque rompe la normalidad. Lo normal en Almería a estas alturas del año debería ser un calor aplastante y un bochorno húmedo que asfixia y al mismo tiempo hace sudar. No creo que sea una situación que dure demasiado; aquí el calor se va a imponer enseguida: las puertas del infierno están en esta provincia o, mejor dicho, en casi toda España. La gente, en lugar de disfrutar para hacer cosas que el calor no permite, lo único que hizo fue quejarse y maldecir el "mal tiempo". Nuestra sociedad tiene un grave problema. Lo ve