Escucho los lloros de alguien que quiero y se me cae el alma a los pies, diluida en una melodía deprimente. No me cabe la menor duda de que si hay algo que puede lastimar más que el sufrimiento propio eso es el sufrimiento ajeno de alguien que quieres. Ves su mirada dirigida hacia el interior, ajena a la realidad, ausente. Oyes los quejidos dolorosos, el crujido de su corazón quebrado, agrietado. Es terrible presenciar tal dolor. Pero tienes que presenciarlo para ayudar si acaso es posible.
¿Pudo alguien detener la espada que la propia Dido insertó en su cuerpo desde la atalaya desde donde vio alejarse la nave de Eneas?
No.
Solo ella misma habría sido capaz de sobreponerse al filo del metal y lanzar la espada lejos de su alcance. Ella era la única con la capacidad suficiente para cerrar aquella puerta y abrir una nueva, hacia un mundo mejor, donde otro hombre la podría haber hecho feliz. Pero si Virgilio hubiera cambiado la trama, ¿quién sería Dido? ¿Una simple reina, un personaje tan humano como secundario? Porque si algo nos hace convertirnos en personajes principales de la trama de la Historia eso solo puede ser nuestro distintivo, algo que nos eleve por encima de la misma Historia.
Pero no es fácil.
Lo que tengo muy claro es que el tiempo pondrá en su sitio al personaje que ahora llora oculto tras el manto de una melodía triste y atormentadora. Del mismo modo que comprendo que algún día yo mismo seré ese personaje dubitativo y dolido y que otros oirán mis lágrimas con notas musicales y que sufrirán lo mismo que ahora puedo llegar a sufrir yo mismo.
Tenemos que aprender a vivir libremente. Cuando la libertad ocupa todos los poros de la vida, los palos se frenan en su densidad liberatoria y todo se hace más simple. Vive y deja vivir. Vive sin juicios propios ni ajenos. Y deja de llorar. Espera, pero no demasiado. Actúa, olvida las lágrimas, muévete, pues es el movimiento el que te salvará. Así habla este humilde artífice de palabras líquidas. Así trata de conducir su vida. Así lo intenta, aunque no lo logra. Pero llegará el momento. Y cuando llegue no quiero estar preparado. Ocupar mi lugar y explotar mi distintivo, porque solo así seré Alguien con mayúsculas. Si no una Dido, sí un Eneas o un Áyax o un Ulises o su puta madre.
Pero querida alma envuelta en lágrimas, sécate esas gotas saladas que brotan de tus ojos, ponte de pie, en pie, y no te detengas, porque no estás sola. Tan solo estás sola si tú olvidas que estás acompañada.
Palabras líquidas en un recipiente virtual, inútiles, porque no han servido de nada, salvo para salarse.
Y sus lágrimas siguieron rodando por sus mejillas. Para mi desgracia.
Eres único para expresar sentimientos.Te sigo leyendo aunque parezca ausente, pero es que el trabajo y la vida me tiene muy atareada.
ResponderEliminar¿Sabes lo que es peor? El llanto que nace del corazón y se queda en lo más profundo del alma. El llanto que nadie ve. El llanto que se siente y que ocultas a los demás.
También es verdad. No me había parado a pensarlo un instante. Pero ahora que lo dices tienes toda la razón. No hay nada peor que el llanto que no florece, el que se mantiene preso. Gracias. :)
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