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En el cementerio de los vivos

Es mañana temprana, soleada y hasta calurosa. Los coches transportan a la gente a través de un camino de eucaliptos hasta que ya inmersos en plena naturaleza, allí donde empieza la montaña, llegan a un lugar destacado: aparece con un blanco reluciente el cementerio de Salobreña. Canalizaciones de agua fresca circundan el recinto, al igual que los abetos dan sombra en el portón de entrada o los cipreses dan vida a los pasillos de lo que parece más un dédalo que un cementerio, con callejas, pasajes sin salida, escaleras, altas y bajas. 

Ayer el bullicio de la vida llenó el cementerio de energía, sobrepasando en cantidad a los eternos durmientes. Los vivos acudieron con flores, al menos la mayoría. Las abispas sobrevolaron los nichos de mis bisabuelos maternos, como siempre. Miré los ojos paralizados de mis antepasados. Me planté largo y tendido delante del nicho de mis abuelos paternos, esos que tan pronto me abandonaron; los que casi no vi porque la ventisca apagó con rapidez sus vidas. Quise mantener una conversación imposible con los muertos, con ellos. Un diálogo conmigo mismo, en una voz enclaustrada en mi propio cerebro. No fue nada del otro mundo. No más que una serie de deseos, de recuerdos y esperanzas pasadas. 
Dialéctica de vivos para muertos, pero sin ellos.

Mientras esto ocurría, me vino a la cabeza una imagen terrible. Demasiado terrible para plasmarla aquí. 

Por la tarde volvimos al cementerio y no pude parar de pensar, mientras visitábamos a los familiares fallecidos, en la magia de aquel lugar, donde la blancura ilumina el ingenio; el silencio llama a la tranquilidad, la calma del que desea encontrarse consigo mismo. Uno, al internarse en el alma del cementerio, descubre que si pudiera dar rienda suelta a los sentimientos-pensamientos que nacen en aquel lugar, podría plasmar sobre el blanco del papel la esencia misma de la vida.

Ayer el cementerio dejó de ser el lugar donde descansan los muertos y fue por momentos el reposo de los vivos: un cementerio de vivos, de flores, luces, limpieza, reencuentros, historias comunes, sentidos... un territorio bello.

En el cementerio de los vivos...

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