El diálogo del miserable,
que lame y lame
las palabras del barbudo,
de un ruín pedazo de capullo.
La despótica demagogia
del chulo chulo,
que amasa una fortuna
sin tener un duro.
El bastardo sibilante,
un político pusilánime
que regresa hacia el pasado
en su bien preciado yate.
Sus falacias son de ácido,
de una podredumbre sin igual,
se cree el rey del partido
porque no sabe que va a acabar muy mal.
El papel les da la victoria,
confiados sonríen al pasar,
y los pueblerinos, con su derrota,
no saben dónde mirar.
Hambrientos de nuevo,
observan al barbudo con su disfraz
sentado bien derecho en su pedestal,
mientras come el pastel, el pelotudo .
Ingredientes de primera
que todos habíamos podido disfrutar,
que el pepero sibilante se carga
en un pispás.
Pobres y mal parados,
libres hasta hace poco,
cagados,
la derecha irrumpe solo
con el arma destructiva.
Caemos despavoridos
de las alturas de la libertad,
Adiós, políticas sociales.
Adiós, estado del bienestar.
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