En pleno sueño surgen los nervios.
Apenas entran unos rayos de sol por debajo de la puerta, se me acelera el ritmo cardiaco, me despierto a medias, con los ojos todavía cansados, casi atrofiados tras la larga noche de inactividad, y nace en mi interior una bomba de nervios punzantes: exámenes que tal vez no pueda realizar, trabajo en un hotel desconocido casi, recientes secretos inconfesados, dificultosa búsqueda de colegios privados no religiosos... un cúmulo de acciones, sentimientos, reflexiones, que desatan un maremoto gastrointestinal.
Ese se podría decir que ha sido mi despertar matutino de hoy, a pesar de la brisa y el estado de alegría con que me acosté ayer después de una agradable conversación por chat con Malores.
En pleno sueño se desatan los nervios para atar los intestinos.
Hoy se gradúa mi hermano, ya tiene casi 18 años. ¡Qué rápido se escurre el tiempo por los entresijos de la vida! Si hace apenas unos años era un niño pequeño... Ya es todo un hombre. Por cosas del destino su graduación tendrá lugar en el hotel donde trabajé el pasado otoño, donde iba a ejercer de recepcionista este verano que ya llega, donde he visto los amaneceres más extraordinarios de mi vida. Allí, en ese lugar pasaré esta tarde una de las más bonitas de mi vida: el fin de una etapa de mi hermano. Seguramente, él también esté nervioso con la intensidad necesaria para cerrar una puerta y abrir otra nueva.
En pleno sueño...
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