Se oye el Silencio. No un silencio cualquiera:
El Silencio, esa gran ausencia de sonidos tan terrorífica y temida, prostíbulo de soledades.
Se oye, ¿no lo oyes?
Escúchalo.
Te habla como a mí, con sus susurros sigilosos, con su bravura quebradiza, con esa ansiedad atosigante, como el calor y el frío en un mismo instante.
Escúchalo, siéntelo, porque te aclama, te necesita. Quiere guiar tus pasos por esa fina arena empolvarada del camino; el sendero que pisaste una vez y que ahora la lluvia ha ocultado con sus gotas, lo ha diluido, como la memoria que el mar del tiempo ha absorbido de sus orillas.
¿Lo ves ahora?
¿Escuchas el silencio?
El Silencio es tu conciencia, la que nunca calla, porque no ha de hacerlo; la que cuando parece reprimida escupe palabras incendiadas. El Silencio de las verdades, el que el ruido de los coches, el bullicio, el gentío parece ocultar bajo su manto.
El Silencio: la Voz de la conciencia imperecedera.
"Silencio, ya vienen..."
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