El mes que viene tiene algo especial. No solo vendrá repleto de maletas, clientes y pieles quemadas. No. No solo me abrasaré por el calor ni me ahogaré en el sudor ni en la humedad. No.
Se casan dos amigas.
He de confesar que me produce pavor saber que contraerán matrimonio. No por el hecho de que lo hagan, sino porque ello me recuerda la soledad de los números primos, el discurrir de las arenas del tiempo, la cercanía del invierno.
A pesar de todo, es especial porque para ellas lo es realmente. Y todo aquello, que implica felicidad o que equivale a una puerta nueva que se abre para mis amigos, es importante en mi propia vida, en mi presunta felicidad.
Ojalá pudiera asistir. Aunque solo fuera por ver sus brillantes miradas, las emociones, la eclosión del amor, el beso que todo lo sella, la cierta timidez, la explosión de alegría; sentir lo que ellas sentirán al verse unidas a otra persona; volver a descubrir que me puedo emocionar con los sentimientos ajenos, que todavía no he sufrido la total anestesia de los medios, de la realidad, de los años, de la vida.
Julio, julito
viste de blanco
viste de negro
al que sufre los años
al que vive de nuevo.
Julio, julito
festeja las bodas
festeja las solterías
del que sonríe
y del que siente el invierno.
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