Antes que comprar una isla, como ese hombre que hoy nos ha enseñado en la 1 de televisión española, preferiría crearla, desde la nada. Ordenar a la lava que estalle en el lugar indicado y que se solidifique. Cantar a las plantas para que crezcan a mi antojo por la superficie de mi recién nacida isla. Y una vez creada, construir un palacio estilo renacentista, semejante a los que custodian el Loira. Y vivir en él acompañado. Dos personas bastan...
... y cierro el libro acto seguido.
Mi libro es otro bien distinto, interconectado con muchos otros, con historias que ya están iniciadas, con otras que acaban de empezar o terminar, con parajes inexistentes, inexorables, lúgubres, iluminados, pantanosos, libres, dispares, solitarios, policromados, vivos o muertos. Un libro con música propia, la mía, la tuya, la del resto; un canto, una melodía rasgada, rota, reestructurada, experimental, clásica; con ritmos pausados y acelerados.
Mi libro se derrite y se solidifica sin que yo apenas me percate, y en cada nueva solidificación, soy otro, porque "Je est un autre", como decía Rimbaud. Yo es otro, que parece ajeno a mí, pero que soy yo en mis múltiples facetas, miles, infinitas. Yo es un entramado de capítulos, tramas, subtramas, pesonajes que vienen y van, otros que aparecen en escena por vez primera y se marchan enseguida o que penetran alguna de mis otras facetas con su fuerte presencia, como el planeta que es absorbido por el agujero negro. Yo es otro y es yo sin serlo, incluso eres tú sin serlo, o él sin serlo.
Yo es un conocido muy desconocido, sorprendente, como el mismo día y la misma noche, como tú.
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