Y como cualquier edificio que se construye en algún momento se derriba a propósito o el tiempo lo desmembrena poco a poco con ayuda del agua, del viento, del fuego a veces... Así caen todos los edificios de mi vida, los que construyo, los que heredo, los que me prestan, aquellos hechos de paja, de madera, de ladrillo, de hormigón o de metal. Poco importa el material. Todos acaban cayendo. Y si se mantienen en pie, pronto llegará el lobo, vestido de cordero o de feroz lobo, y lo rematará. Y con ellos yo caeré una y otra vez desplomado contra el suelo, desde cualquier altura y moriré en cada caída a diario. ¡Qué importa! De tantas vidas tantas muertes y así hasta que llegue la verdadera muerte.
En Andalucía, por lo menos en la zona de Granada costa y Almería, todo niño pequeño sabe que puede llegar algún familiar o adulto que al grito de un " El agareo " se te lance y con otros niños, los primos o amigos, te agarren el cuerpo, te bajen el pantalón y, tras muchos forcejeos e intentos de no dejar tus partes pudendas al descubierto, acaba quedando semidesnudo de cadera para abajo y recibir un escupitajo en el susodicho pene. Yo he sufrido muchas veces el agareo por parte de mi tía la más joven, aunque nunca me escupía. A simple vista puede parecer un horror, pero en el fondo todos se ríen muchísimo. Yo con el forcejeo me lo pasaba de escándalo, envuelto en risas. Castillo de Salobreña y cruz cristiana a sus pies. Hace unos años descubrí por casualidad el origen de esta tradición andaluza. Se trata de un juego nacido en tiempos de la conversión de los moriscos. No creo que sea necesario situar los hechos, porque todos sabemos lo que ocurrió tras la c
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