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Manos heladas de infierno

Manos frías, secas y enrojecidas
me recuerdan cada día
que no hay nada peor que la soltería.


Manos inflamadas por un fuego
que congela sus venas enseguida,
cuando las saco de la manta que las abriga.


Manos arrugadas por el tiempo,
por la ausencia del amor sincero,
por la ausencia de una lengua que las humedezca en un velo.


Manos, al fin y al cabo, solitarias
de un ser que feliz por su trabajo
de vez en cuando consternado las mira.


Frío, frío que pasa de las manos a los pies,
dejando enmedio todo un cuerpo desolado,
un despojo vivo a ratos, vivo y muerto.


Mis manos, oh desgraciadas, sufren
la ausencia de ese aliento cálido
que sale de lo más profundo de tu cuerpo.


Mis manos, 


un espacio helado
                         en este infierno.

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