La butaca está mullida y es cómoda. Todavía tengo el estómago lleno y podría dormir la siesta, pero no lo haré. La gran pantalla me atrae y me captura en sus redes audiovisuales. En la sala solo hay una pareja más, dos o tres butacas detrás de mí. Pasa la publicidad inicial y se apagan las luces. Sumidos en la oscuridad, la banda sonora de la película se inmiscuye en mi sistema nervioso y la procesión de imágenes va narrándome una historia de una desaparición.
Ha desaparecido un cadáver.
Y desde ese momento la tensión por descubrir qué ha pasado, cómo ha pasado, quiénes son los causantes y las razones que los han llevado a acometer semejante acción me amordazan al asiento. Estoy hechizado por la voz del narrador, que no se percibe y, sin embargo, está presente en las voces de los protagonistas, y por esa capacidad para ocultarse, para llevarme a los lugares que ha planeado, para engañarme y hacerme creer que lo que estoy pensando es lo que realmente ha ocurrido y, al mismo tiempo, me incita a dudar de la veracidad de los hechos. Así me va mostrando las piezas de un puzzle enorme que se va formando poco a poco. Todo va cuadrando, pero hay algo que me lleva a dudar del cuadro que ese puzzle está construyendo. Hay una historia paralela. ¿Qué relación hay con todo lo que se está fraguando en mi mente? Me lo cuestiono mientras el filme me sigue empujando hacia una dirección que no me parece del todo correcta y, al final, justo antes de que se desvele todo, veo el todo que pone punto final a la trama y a la película. Bravo.
El cuerpo es ese tipo de películas que deja sin aliento y juega con nosotros hasta el final. Pero no solo eso es la película. En mi caso es también la equiparación de argumentos ficticios con reales; es un poco parte de mi propia vida, de la sonrisa amarga del destino que siempre se burla de nosotros, a pesar de que yo mismo pretenda burlarme de su existencia. Los hados son producto del azar y, como tal, no marcan la vida de nadie, son meras casualidades y, en cambio, parecen tremendamente bien perpretadas, pensadas para que creamos que ocurren porque así estaba prefijado desde nuestro nacimiento. En realidad no existe el destino. Estoy convencido de ello y, por ende, creo que sucede que nuestra mente lógica, necesitada de apoyos, va entretejiendo un hecho azaroso con otro hasta que elabora la red que la salva del vacío y la lleva a creer que lo sucedido es fruto de una fuerza superior, de un tapiz en el que unas Parcas plasmaron nuestro futuro. Nada de eso es real.
Pero ahí está. Ese destino miserable, en que yo no creo en absoluto, se adueña de mi mente y ve relaciones entre la película, mi vida y la situación de ese momento en que yo miro las imágenes sentado en esa butaca junto a mi padre y mi hermano y relaciono hechos. Siento la burla socarrona en todo mi cuerpo y un golpe de sonido me remueve en el asiento y yo con cierto temor percibo la realidad desde múltiples ángulos y estoy dentro de la película, con la lluvia precipitándose sobre mí y viendo situaciones que deben ser semejantes a las que en mi vida tuvieron lugar. Pero solo yo los puedo ver; en mi vida no hay asesinatos, ni cadáveres, ni policías, ni tramas dignas de una película como esta; no obstante, hay matices que son idénticos, caracteres parecidos y un ambiente que envuelve mi epidermis en algunas ocasiones.
Así, la película finaliza, las piezas han encajado perfectamente, casi con maestría, la música cesa y la sala se iluminan. Miro a mi padre y a mi hermano y sé que ha merecido la pena ver esa peli.
El pasado siempre acarrea unas consecuencias. En esta producción filmográfica las repercusiones son impresionantes y escalofriantes. Procurad actuar bien siempre, puede que os libréis de ellas.
Interesante reflexión que comparto plenamente, el destino no existe, es sólo una ilusión de nuestro cerebro que siempre intenta ordenar la realidad porque así se siente más cómodo. A los humanos el desorden nos molesta, justo lo contrario que pasa en el universo donde el orden es la excepción. Nosotros siempre tratamos de ordenar las cosas para así poder entenderlas, lo cual a menudo sólo es un artificio que esconde la auténtica realidad. Saludos.
ResponderEliminarVeritas, te recomiendo que veas la película. Me encantó y a la vez me hizo sentirme en una situación angustiosa. Ya te comentaré a qué me refiero, cuando la veas. Un abrazo.
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