Anoche me desvelé a las 4 de la madrugada. La noche no era silenciosa ni los muebles crujían. Fuera el viento soplaba con el ímpetu de una sucesión de huracanes. Entonces imaginé que hacía tormenta en el mar y que muchas mangas de aire fundían las nubes electrificadas y el oleaje salado. Esto me es placentero porque visualmente me parecía digno de lo sobrenatural. Solo fue imaginado, no ha ocurrido nada así. Yo seguía en la cama, calentito, con los ojos cerrados pero despierto. Los oídos me unían al mundo. El viento susurraba una nana que me durmió de nuevo.

Por la mañana y todavía ahora el viento sigue rugiendo. Estar dentro de casa oyendo su rugido me permite valorar el abrigo de estas paredes y lo placentero de sentirme protegido por ellas. Pero no solo eso: al mismo tiempo estoy deseando sacar a mi perrita para fusionarme con las caricias del aire, porque me recordará de nuevo que estoy vivo; sentiré que a veces soy una simple marioneta que su fuerza maneja y casi hace caer y en otras ocasiones me demostrará que por mucho que sople yo tengo la capacidad de resistir sus ráfagas.
El viento será hoy mi placer cotidiano.
A mí también me gusta esa sensación de estar calentico en la cama y oír fuera el viento, lo mismo m pasa con la lluvia. Pero también estoy deseando salir por la mañana y sentirlo en la cara :) Gracias, me has hecho recordar lo que me gusta esa sensación
ResponderEliminarGracias a ti por comentar, Tarkan.
EliminarEs verdad de que a veces nos olvidamos de que estar vivos ya es una aventura en sí misma y nos empeñamos en aderezar la vida con edulcorantes artificiales.
EliminarPor eso hay que valorar las pequeñas cosas que nos demuestran nuestra existencia y que además nos aportan algún tipo de placer. Gracias por tu opinión.
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