En mi calle hay muchos puestos de verduras de temporada. Hoy había en uno una niña con mucho arte, como se dice por estas tierras. La chica en cuestión no creo que superara los 12 años. Me ha llamado la atención, no el hecho de que estuviera allí con la caja de tomates a sus pies y trabajara con su madre, sino la facilidad de verbo y el desparpajo que mostraba. ´Tengo tomates y pimientos fresquitos y con ellos te haces unos potajes de vicio.´ Así, al pasar por delante de ella un señor mayor, la chica lo ha invitado a comprarle algo. El hombre rechaza la petición porque "una bolsa pesa demasiado para mis huesos. ¿No ves, chiquilla, que no puedo ni con mi cuerpo y que me apoyo gracias a este bastón?" y el señor sigue su lento paso. Pero la chica, como buena comerciante, no puede darse por vencida. Ha captado la atención del hombre y tiene que seguir intentándolo. "Ay, por eso no se preocupe, se lo llevo yo misma hasta su casa, si quiere."
Esa niña probablemente no ha conseguido venderle un kilo de tomate hoy, pero le ha sacado una risa al señor y puede que con el tiempo este se anime a comprarle algo. Además, ella saldrá cada día más fuerte y sabía de esas horas en la calle, junto a su madre, ya que habrá fracasado en incontables ocasiones y habrá salido victoriosa de otras tantas.
En la vida una veces se acierta y otras se fracasa, pero siempre se aprende al intentarlo.
ResponderEliminarEso es. Siempre hay que intentarlo. Pero incluso cuando no se intenta también se aprende algo.
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