Ya ha acabado 2012, esa cifra tan redonda, y estamos en 2013 y yo aún no me he dado cuenta. He estado desaparecido estas semanas porque me fui de vacaciones al pueblo y allí la única conexión a internet que tenía era la del móvil y, además, con escasa cobertura. Reproduzco lo que ya escribí en facebook sobre mis sensaciones del año que ya ha terminado:
"Este año ha sido extraño. Empezó fatal, pero pronto mejoró hasta que en verano decayó y se detuvo en un limbo de desempleado. A pesar de todo, de los recortes, de las burradas de los políticos, del aura desesperanzadora, de la inestabilidad laboral, puedo decir que he conocido a grandes personas, he aprendido mucho, he afianzado la idea de que mi vocación es la docencia y de que vale más decir las cosas con la mayor claridad posible. A día de hoy soy feliz, aunque no todo lo que quisiera. Sé que los pequeños placeres de la vida se encuentran en los más mínimos detalles: una llamada de teléfono, la luminosidad del sol tras la lluvia caída, un abrazo, abrir la puerta de tu aula, sonreír, disfrutar del calor de un té, etc. Me gustaría que en 2013 mejore el trabajo, que la salud se mantenga estable, que las personas que quiero no me abandonen y poder contar con ellos, que la vida sea mejor para todos. No tengo propósitos, como cada año, porque mi propósito principal es ser mejor cada día y resistir todo lo que venga. Un beso para todos y muchos deseos felices."
Siempre recordaré este 2012 por ser un periodo intenso en mi vida, sobre todo, el primer semestre. El segundo semestre se vio manchado por la inestabilidad laboral y mi lucha constante por no caer tras las embestidas de conciencia que me llevaban a verme como alguien inútil y sin presente ni futuro. Por suerte siempre ha habido una razón que me llevaba a desaparecer unos días, donde el oxígeno hinchaba mis pulmones y mi corazón latía con el ímpetu de un caballo libre. Solo por eso, mi 2012 ha sido único.
Leyendo mis deseos para 2012 me sorprendió ver que muchos los había ido cumpliendo sin darme cuenta. A día de hoy, como dije en mi texto de facebook, soy feliz, no en el sentido pleno de la palabra porque eso es imposible, pero sí al menos en las aproximaciones de la misma.
A pesar de formar parte de una generación perdida, como nos han venido llamando en los últimos tiempos, sé que no soy una persona perdida, soy consciente de que mi vida es un mar bravío que se ondula constantemente y que estoy bien formado. No se puede decir de mí que sea un necio, un incrédulo o un inepto. Tengo presente y futuro. Mi presente está lleno de amor y buenos sentimientos y de fraudes, de pequeños placeres, de luchas internas por solidificar la memoria y los recuerdos, de fortalecer mi personalidad; mi futuro no es más que un camino lleno de nieblas y sombras, de senderos estrechos, de bosques frondosos y desiertos yermos, de un porvenir que evidentemente es algo insospechado, de algo que está por venir y que espero o no, y tengo la capacidad de evaporar los jirones nebulosos que me ciernen el paso, porque no temo nada, salvo a mí mismo. Y yo no soy un jirón nebuloso; soy fuerte como el metal y frágil como la mantequilla.
Mi futuro es una ascensión a las altas cumbres.
Todas las altas cumbres son dignas de aventuras. Hace unos días me encontraba subiendo, con tres personas que quiero, una cumbre de 3000 metros, si no me equivoco. Parecía difícil e imposible llegar a la cúspide. Al principio no dimos importancia a las alturas, creímos ver el pico más cerca de lo que en verdad estaba. Había bosques de pinos y matorrales aromáticos; la tierra se hundía y había barro en distintas zonas. Conforme avanzábamos los bosques quedaban a nuestras espaldas y divisábamos las llanuras marrones cubiertas de eólicas y de placas termosolares, y la pendiente se iba haciendo más extrema. Ahora todo estaba poblado por mantos de cojines de monjas puntiagudos, por rocas de pizarra y silencios. El mundo se había silenciado por completo y a mi alrededor solo se oía el jadeo de mis acompañantes y el viento frío surcando nuestros tímpanos. La cuesta se empina más y vemos la cumbre cada vez más cerca, pero ¡qué engaño de los sentidos! La montaña se alarga infinitamente, el aire se corta y la presión atenaza el pensamiento y, entretanto, descubrimos que las paradas son contraproducentes y que con la colaboración y el apoyo mutuo podemos conseguirlo, pero la cumbre sigue lejos. Es como el futuro. Esa cumbre es el futuro y la pendiente el presente. Estamos asfixiados y la sangre no circula como una hora antes. A la derecha una montaña nevada nos recuerda que somos afortunados. Si la nieve estuviera en nuestra cuesta, el ascenso sería imposible. Y entonces llegamos a un refugio. Es pequeño, entero construido con pizarra y, en su interior, hay material para sobrevivir una noche fría. Nos queda poco y, esforzándonos muchísimo, llegamos a la cumbre. Allí somos conscientes de que todo es posible, de que la vida está llena de cumbres y que desde cada altura se perciben mares y montañas nuevas que alcanzar.
He cerrado el año de la mejor manera posible. Mi 2012 ha finalizado con personas que adoro, mi familia, mis amigos y tú.
A mis amigos del blog os tengo también muy presentes, pues me ayudáis a avanzar y a no decaer en la labor cotidiana del aprendiz de escritor. Os agradezco vuestros comentarios. Recibo pocos, pero los que recibo me animan mucho y me demuestran que en este mundo virtual tampoco estoy solo.
En 2013 todo será diferente o igual, todo es posible. Ascendamos juntos esta nueva montaña y si sentís sed, recordad que en la montaña siempre hay agua para calmarla. Un abrazo a todos.
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Foto de mí realizada por Sebastián Grinspún. |
Pues si la vida es una montaña con ascensiones, pausas, gente que te ayuda a subirla y, a menudo, dificultades enormes en el camino. Y, sin embargo, merece la pena subirla, porque al final, cuando uno llega arriba y mira hacia atrás, si se ha esforzado, si ha disfrutado del camino y de lo que en él se ha encontrado, da su vida por bien empleada y ya no teme a nada y es verdaderamente libre. Un abrazo amigo, y gracias por esta entrada que calienta como un sol de primavera.
ResponderEliminarNosotros en ese ascenso ganamos más de lo que pretendíamos,¿verdad? Buscábamos el placer de la naturaleza, de lo compartido, de esfuerzo común y del sabor de un bocadillo y un plátano allí en las alturas. Gracias a ti por estar ahí acompañándome en ese ascenso y en muchas más. Un abrazo, Veritas.
EliminarJose, me ha encantado tu entrada. Como dice Veritas, l ascenso dela montaña fue un ascenso difícil pero con ayuda de gente encantadora, todo se puede conseguir. La cumbre mereció la pena, pero en el recorrido de la vida, estar con excelentes personas disfrutar de una buena compañía es aún mejor. un abrazillo
ResponderEliminarDaud, muchas gracias. Ambos tenéis razón: el recorrido es siempre más importante que la cumbre. La cumbre es el objetivo, pero lo que de verdad se disfruta es el proceso de ascenso y todas esas personas que nos acompañan; es un verdadero placer oír solo sus respiraciones en el silencio reinante, ese que en realidad llena todas las existencias. Un abrazo.
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