Cuando yo me muera,
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.
Cuando yo me muera,
entre los naranjos
y la hierbabuena.
Cuando yo me muera,
enterradme si queréis
en una veleta.
¡Cuando yo me muera!
(Lorca)
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.
Cuando yo me muera,
entre los naranjos
y la hierbabuena.
Cuando yo me muera,
enterradme si queréis
en una veleta.
¡Cuando yo me muera!
(Lorca)
Pues te moriste, no cuando te tocaba. No fue la guadaña quien te arrancó la vida. La guitarra no se convirtió en tu compañía mortal, ni los naranjos o la hierbabuena fueron los aromas de tu muerte. Te hicieron preso, te arrancaron de la libertad con el miedo reflejado en tu mirada, en esos ojos que tanta belleza descubrieron. La bala temerosa y rastrera, si hubiera estado viva, habría desviado su trayectoria, por no acabar con la vida de un ser entrañable, de un clásico, de esos seres que solo por su arte y sensibilidad deberían haber tenido otro final, tu vida. Las arenas de no se sabe bien dónde no se apiadaron de tu cuerpo y con sus infinitos granitos diminutos rellenaron tu interior, escondieron tu rastro físico. Mataron a la persona. Terminaron con el cuerpo.
Y sin embargo, sigues. Sigues ahí en tus palabras, en las fotos, en los poemas, en las entrevistas, en la historia, en los recuerdos de otros, en la cúspide. Tu voz no se ha apagado, incluso cuando los años pasaron, pasan y pasarán. Seguirás, porque la guitarra, que tú pedías que enterrarán contigo, quedo fuera bien escondida, donde las manos de tus asquerosos asesinos no pudieran tocarla ni degradarla ni siquiera acariciarla, porque tu guitarra era bien distinta a la típica, a la imaginada. Tu guitarra estuvo una vez en tu garganta y en tu corazón y ya te ocupaste tú mismo de ir salvándola, como si ya presintieras lo que podría ocurrirte alguna vez. La salvaste entre marañas de dulces palabras, entre dibujos, poemas, personajes, escenarios y rutas.
Por homosexual, símbolo de la república, entre muchas otras cosas te asesinaron.
¡Qué incrédulos! Creían que era tan fácil acabar contigo... Y ni asesinándote, lo consiguieron.
Y sin embargo, sigues. Sigues después de 75 años.
Gracias, Lorca.
Lorca es un gran amor. Me apena que este sitema educativo español apenas permita enseñarlo como se merece porque prima cierta PAU.
ResponderEliminar(Este poema cierto día me hizo recordar que debía hacer testamento a mi edad. Curiosamente lo hice, y desde esntonces se lo recomiendo a todo el mundo. En el testamento no dejo bienes porque carezco de ellos, pero dejo mis pequeños tesoros que yo misma creo)
Qué interesante historia, helmanticae María. ¿Debería hacer yo también un testamento? No se me había ocurrido nunca.
ResponderEliminarP.S.:No me había dado cuenta de tu comentario porque desde que los comentarios son más libres no recibo mensaje en el correo... :)
Bonito homenaje de tu parte Jose.
ResponderEliminarPrecioso.