Leer "Ensayo sobre la ceguera" me está recordando la angustia que se puede llegar a sentir cuando se pierda la vista.
Me sucedió una vez algo curioso y agobiante. Me acostumbré a dormir con antifaz porque la luz me molestaba demasiado y ocurrió que un día me desperté y me puse las gafas, como ya es habitual en la rutina. Para quien no conozca la sensación del miope, cuando te despiertas el mundo está borroso y al ponerte las gafas la realidad se aclara de repente, como un cristal sucio que acaba de ser limpiado. Pues me ocurrió que aquel día la realidad siguió igual de turbia. Me froté los ojos y me coloqué las gafas de nuevo, pero nada cambió. Asustado, fui directo al cuarto de baño y me lavé la cara con cascadas de agua. Pero nada. La visión siguió sucia. Pasé toda la mañana y parte de la tarde medio ciego. Sentí angustia; si hubiera perdido la visión por completo y la oscuridad formara parte de mi vida, no sé el estado en el que podría encontrarme. Por suerte aquello se pasó. Reflexioné al respecto y saqué la conclusión de que el antifaz había estado oprimiendo el ojo duranta tanto tiempo que este se había deformado y de ahí que la visión se deformara, hasta que este volvió a su estado original.
De todos modos, la ceguera de la que habla la novela es más profunda que la propiamente dicha: la ceguera, diré física, puede o no tratarse y aceptarse porque es un problema orgánico. La ceguera de la que habla Saramago es más triste, la de quien es incapaz de ver la realidad que tiene enfrente. La que yo he padecido durante mucho tiempo... Por eso me está gustando tanto el libro y sus reflexiones.
Por cierto, el cuadro de Pieter Brueghel, "La parábola de los ciegos", que forma parte de toda la cubierta es simplemente sorprendente y tan real...
Ya me has enganchado. Si mi trabajo me permite esta semana leer un libro, me compraré el que aconsejas.
ResponderEliminarCierto es, que somos ciegos (o intencionadamente nos hacemos los ciegos) cuando la realidad pretendemos dibujarla a nuestra manera. No hay nada mejor que alguien externo al problema que te despierte al decirte la verdad de lo que ve.