El cuerpo raquítico y envejecido
en los brazos del tiempo
miraba las imágenes sucesivas,
recuerdos del pasado,
alimento de su mente,
de su vida, de su infancia,
un beso soñado,
una hija que no tuvo,
una esposa que quiso,
un amor incontrolado,
prohibido e inaccesible,
nada era real o, tal vez, sí.
Un corazón aplastado
por la mano de hierro
de la sociedad traidora
o de su propia sociedad interna.
Su vida eran recuerdos
de un pasado futuro e infinito
de instantes fugaces, perdidos
en la maraña de fotos visuales,
intangibles, absorbentes.
Una realidad diluida en la pesadumbre
de inestabilidades, de dudas,
de envidias y necesidades
que ni ese cuerpo supo explicar.
Una vida de recuerdos inventados.
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