Indignado me he quedado
con los golpes indiscriminados
de una banda de psicópatas
que gobierna el estrado
de unas calles de acampados,
luchadores desarmados,
para poner fin a las ratas
del país ya infectado.
En un país desalentado,
vivían los jóvenes ni-ni,
sin trabajo ni futuro,
relegados al olvido.
Los llamaron los perdidos
de no se sabe bien qué causa
y ahora que alzan la voz
los echan a patadas.
¡Qué vergüenza de fuerzas
de un estado ya podrido!
¡Qué valientes estos jóvenes
que resisten enraizados
a su lucha desde el suelo!
Ojalá el altavoz ya activado
solo sea silenciado
por los retos alcanzados
y que de ni-ni pasemos
a los pacíficos revolucionados
que consiguieron con palabras
lo que antes nadie hubo atrapado.
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