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La consciencia

Buscando en una de las pocas cajas que conservo con libros y cuadernos míos de mi época de estudiante de secundaria me sorprendo al leer el comentario que me hizo mi profesor de ética:

"José Luis, vales más de lo que piensas. No sé por qué no te valoras mejor"

Leo esto, entre cuadernos de polvo, y me sorprendo a mí mismo. ¿En qué momento cambió mi imagen sobre mí mismo? ¿En qué instante sucedió que perdí la felicidad? ¿Cuándo se rompió algo en mí?

Creo que sé la respuesta; lo que fuera se rompió dentro de mí al adquirir conciencia y madurez. Sí, estas dos cosas fueron el martillo que resquebrajó mi burbuja feliz.

Cuando uno es consciente de que existe dentro de una realidad acuosa y diáfana, se centra en conocerla y en conocerse y, finalmente, se pierde en los pensamientos ilógicos.

Cuando uno madura, se cree en la necesidad de autosuficiencia. Nada es autosuficiente. Somos seres gregarios, necesitamos de los demás y nuestro peor lastre es la soledad. Creo que la soledad es curiosamente mi compañera de viaje y mi antagonista eterna. 

                                     1º No estar solo.
                                     2º Encontrar a alguien que me haga feliz.
                                 3º No rendirme al fácil frío del cuchillo ni al veneno de la soledad.
                                     4º Escapar de los malos pensamientos.
                                     5º No perder la sonrisa.
                                     6º Cantar hasta la saciedad.
                                     7º Recomponer lo que una vez se quebró.
                                     8º Reconocer que solo uno mismo puede ayudarse.
                                     9º Buscar una vida laboral gratificante.
                                     10º Vivir en un lugar que me llene.
                                     11º Reconocer que el amor es tan animal como necesario. 
                                     12º Evitar temer el precipicio.

Estos y otros muchos puntos han de marcarme de ahora en adelante. Me los he planteado muchas veces. Tantas como años de consciencia tengo. Tantos como fisuras tiene ese algo que una vez se rompió. Tantas veces como los años que me queden de vida. 

Ojalá encuentre ese fuego que ilumine mi mirada.
Ojalá cierre las compuertas que transportan esa agua.
Ojalá sople el viento desde mi interior.
Ojalá se acabe este martirio propio.

Porque no hay mayor enemigo que uno mismo. "El infierno son los otros", dijo Sartre. No, amigo, el infierno somos nosotros mismos. ¿Acaso no notaste nunca el fuego en tus entrañas? Parece que no. Basaste tus penurias en los demás. Y no. Nuestras penurias las construimos nosotros mismos. Sin ayuda de nadie.
                                                   

Comentarios

  1. ola joseeeeeeeeeee¡¡ jaja tu blog esta muy bien¡¡ lo seguiré mas a menudo¡¡ cuidate¡¡

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  2. Jorge, ya leí yo también tu blog y me meto de vez en cuando. A ver si lo pongo en mi lista de blogs y así puedo aprender del carnaval. :)

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