Esta mañana he llegado de Granada donde he pasado dos cortos días con mi amiga Helen y su amigo Alastair. He pasado dos días maravillosos: andar mucho, hablar durante horas, descubrir rincones de una ciudad que me enamora cada día más, pensar en francés más que en español, percartarme de que tengo una prima más estupenda aún de lo que ya sabía, comer tapas, beber tinto de verano, vivir con buen humor y risas... He vuelto a estar feliz durante dos días completos, algo que no me había pasado en meses.
Cada persona tiene sus propias pequeñas cosas que la hacen feliz.
Ahora estoy cansado y noto en el pecho una extraña presión, como cuando te agarran con fuerza del brazo o te aprietan el cuello durante segundos; es el sentimiento que se siente al descender del punto más superior de la montaña rusa: ahora desciendo en picado.
Me ahogo.
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