Todos los días hay cientos, incluso miles de placeres diarios que pasan casi inadvertidos, de tan ausentes que estamos pensando en proyectos futuros, problemas, soluciones a esos problemas, amores, cuestiones filosóficas, comidas, amistades, etc.
Hace apenas unas horas, mientras regresaba a Lucena he reconocido uno de esos placeres. A la altura de la Peña de los enamorados, cerca de Antequera, en el ocaso del sol y bajo un manto de nubes agujereadas, he visto, al mirar por el retrovisor, un enorme arcoiris.
Esa luz de colores, enmarcada en el espejo retrovisor y ensombrecida por las oscuras nubes que le hacían de sombrero, ha sido uno de los placeres de mi día de hoy.
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