Suena el timbre. Las 9:30 de la mañana. Terminan los alumnos de anotar la tarea para casa. El profesor desliza con celeridad el borrador sobre la superficie de la pizarra y, acto seguido, se palmea las manos para deshacerse de los restos de tiza.
El profesor se marcha con un Au revoir colectivo. Llega al aula de tercero y con extrañeza observa que faltan muchos alumnos. Empieza a pasar lista y cuando está a punto de pronunciar el último nombre suena en la puerta un ruido familiar, infantil.
Abre la puerta.
Ve muchas cabezas, un martillo gigante de juguete y a todos los alumnos que faltaban. Monsieur, professeur, professeur, professeur... se escucha por todas partes reiteradamente. Creyendo que el profesor terminaba al día siguiente y que no volverían a verlo, le han traído regalos: un martillo gigante de juguete con el que "imponer el orden" han dicho todos a la vez; una hermosa carta de despedida de todos los alumnos, un bolígrafo muy bonito y una foto de todos los alumnos juntos.
El profesor está atónito, sorprendido de que una de sus clases más escandalosas le agasaje. Trata de iniciar la clase, de restablecer el orden, de que la emoción no le embargue y lo consigue con dificultad.
Hay alegrías que vienen sin ser buscadas, como la frase que pone en la carta: "Professeur, on t'attend l'année qui vient".
El profesor sigue sin embargo dos semanas más en el instituto.
Es feliz, porque no necesita más, o al menos eso quiere creer.
QUÉ EMOTIVO!!!! ES SUPERBONITO!!! ESTÁ CLARO QUE VALES PARA PROFESOR. MIS FELICITACIONES!!!!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Helmanticae, me gusta esto y disfruto con ello. Aunque debo reconocer que me falta rigidez y presencia en las clases de los más pequeños y numerosos.
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