Roquetas, serena y humilde,
siente el sol al despertar,
su voz nada muda,
el viento la hace volar.
Roquetas, marina y antigua,
mucho tiempo hubo de callar,
ríadas repéntinas,
la dejaron sin hogar.
Roquetas, la turaniana,
duerme bajo un lecho de sal,
huele el aroma marino
aunque no lo pueda abrazar.
Roquetas, turista de plástico,
rodeada de un vendaval,
balanceada por dos mares,
que el viento llega a juntar.
Roquetas, de lava y salitre,
otea ballenas de cal,
petrificadas por el tiempo
que todo se puede llevar.
Humilde, antigua, de plástico,
de lava, salitre y sal.
Roquetas, imperecederá,
nunca el betún silenciará.
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