Al cumplir la mayoría de edad, adquirí un derecho que valoro mucho: el derecho de voto. Poder elegir al candidato que más se acerca a tus posiciones ideológicas, formar parte de la sociedad, tener un deber como este, implican necesariamente saber valorarlo. Ese año pude hacer uso de él y acudí a las urnas, junto con mis padres, quienes debieron admitir la relevancia de ese hecho.
- ¿Para qué votar? -dicen muchos.
- Para sumar un granito a favor de la democracia -respondo.
- Todos los políticos son iguales -dictaminan todos alguna vez.
- Igual de corrompidos, pero de distinta materia ideológica -reflexiono.
Así que es preferible elegir al que mantenga mejor las libertades, que no al que te las arrebate. No es lo mismo un dictador que un presidente corrompido por el poder. El primero corrobora su fuerza con mano dura (dicta su mando con dureza); el segundo sigue la legalidad para llevar el país a su antojo, respetando los derechos de todos. Tendemos a creer que nuestro insignificante voto poco valor tiene y que poco pesamos en el giro que tome el barco y, sin embargo, una abstención puede acarrear graves problemas, una tempestad que difícilmente podríamos evitar.
¿Por qué?
Porque los más radicales siempre votan. Los del centro no ven peligro, porque son la mayoría. Una abstención siempre vendrá, casualmente, del centro y, por consiguiente, el número de votos a favor de ideologías de metal pueden alcanzar el poder casi con disimulo.
Esto está sucendiendo en Francia, donde el partido ultraderechista Front National ha conseguido situarse por encima de lo que cabría esperar en el país de los derechos. Solo la mitad de los votantes cumplió y acudió a las urnas en estas secundarias.
No votar puede ser peligroso, porque, si ganan seres que no respetan los derechos e igualdades de cada uno, podemos sufrir los duros dictámenes.
Votemos a quien nos parezca, pero votemos, para que la montaña que pudo ser no se desmorone y la sangre vertida por muchos en el pasado cobre sentido.
Por supuesto que el voto obligatorio es discriminación política contra hombres y mujeres que están desacuerdo con la política de su país, excepto jovenes y ancianos. Lo que cual, esto hace al país un lugar altamente peligroso para vivir. Los países con voto obligatorio y/con conscripción son los más peligrosos para vivir, además de las dictaduras.
ResponderEliminarEs por eso que las personas procedentes de esos países deben exiliarse en un país seguro y renunciar a la nacionalidad de sus respectivos países nativos, ya que es una forma de estar en desacuerdo con la agresiva política interna, además de estar más a sano y salvo.
Hay personas procedentes de países peligrosos que se niegan a exiliarse en un país seguro para estar más a sanos y salvos. Entre los casos que conozco están Juan Puelles, el arquitecto español Carlos Arniches Moltó, el italiano Guglielmo Ferrero y Julián Besteiro.
ResponderEliminarEn efecto, cualquier cosa que sea impuesta es peligrosa, porque inhibe la libertad propia de cada uno.
ResponderEliminarNo conocía el dato de estos exiliados. Gracias por proporcionármelos; es un modo de ayudar en su causa.
Yo lo que defiendo aquí es que votar es un derecho que se ha conseguido a base de lucha y sangre y que, por consiguiente, deberíamos todos valorarlo como tal. Un voto en blanco ya es un voto, no te vayas a pensar que no lo creo; pero quedarse en su casa sin votar nada, ni en blanco, es no hacer uso de una batalla. Y si no se hace uso de esa batalla, luego no vengas a quejarte de quién ha salido elegido en las urnas. Era solo eso. Pero que cada cual haga uso de sus derechos como bien le plazca. Para eso son sus derechos.
Muchas gracias por tus comentarios, Jackie D. Alarcón.