Se levanta el día en un amanecer pausado, donde el rosado de la aurora se extiende con lentitud por el oscuro cielo y en el mar se vierte sigilosamente el zumo lumínico del sol en ese éxtasis matutino. Y yo, mientras observaba tal espectáculo, no podía zafarme de ese sentimiento de tristeza inherente a toda belleza. Así, pensaba en la inmensidad del mar que tenía enfrente, en la rapidez de un tiempo que escapa (Tempus fugit) y en lo que dentro de unos días terminará; cerrará sus puertas y en ese cierre dejaré atrás recuerdos y cariños, discusiones, malos momentos y clientes insoportables algunos, otros tan encantadores que con un simple agradecimiento por el trato recibido regalaron la energía que eriza el vello. Se clausurarán las puertas de ese hotel postrado al mar y quedará en él el susurro de las olas, el silencio del hilo de pescar que atraviesa las entrañas de la mar para extraer las escamas de la vida y la claridad de sus aguas mostrarán un futuro incierto, solo visible en la mente de quien las contemple.
Y en ese contemplar me he quedado...
... y en ese contemplar sigo.
ResponderEliminarTEMPUS FUGIT, cierto es, pero siempre podemos volver al tiempo que deseamos parándolo en nuestro recuerdo una vez más.
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