Javier, un desexialiado y recién divorciado, regresa a Uruguay tras la implantación de la "democracia". Nada es lo que era, hasta él mismo ha dejado de ser quien era, aunque bien es cierto que para los demás el chico no ha cambiado demasiado; los años no han derramado todavía sobre él su terrible ácido. Javier sabrá, en cambio, que las relaciones nunca mueren y se percatará de que su cuerpo es lo único que le pertenece y que este puede estar formado por otras personas: Raquel, Rocío.
Esto podría resumir mal la historia de "Andamios" de Benedetti, donde el autor saca a relucir las herramientas necesarias para construir un enorme edificio, ayudado de capítulos cortos y variopintos que funcionan a modo de andamios. Y mientras el lector va escalando cada uno de esos andamios, va sintiendo la presión de las alturas, la sensación de alguien que al exiliarse se topa con una realidad nueva y al desexiliarse se encuentra con algo mucho peor: una realidad familiar pero extraña, restos de un pasado ocultos por el tiempo y los cambios.
Y es que todo el que se marcha alguna vez de su tierra acaba estirando tanto sus raíces que cuando vuelve al terruño descubre que el suelo ya no le pertenece, que ha pasado a convertirse en un extranjero de todas partes. Ya no es de allá, pero tampoco de acá. Y el andamio que te ayudaba a construir tu propia realidad se ha oxidado.
Totalmente de acuerdo. No soy ni de aquí ni de allí, pero quise que mis raices permanecieran con la compra de una casa donde espero acabar cuando me jubile.
ResponderEliminarLa casa estará en un buen lugar, supongo, ¿no? Yo algún día tendré también una casa así.
ResponderEliminar