Todo gran libro tiene un momento culminante casi llegando al final.
La vida, vista como una sucesión de capítulos o incluso como una biblioteca de libros y, por consiguiente, de historias, posee momentos culminantes por doquier y a todas las horas, solo hay que saber buscarlos, provocarlos, tal vez solo saber mirar, escuchar, prestar atención a lo que en realidad nunca se presta atención aunque parezca que sí. Localizarlos es más sencillo de lo que creemos, tan solo hay que proponérselo y ser capaces de separar lo esencial de lo sobrante, cambiar la mirada, porque lo que realmente da culminación a un momento no es lo externo sino lo interno, el hecho de que el que mira quiera y provoque que eso en concreto sea especial. Creer que algo es único y especial lo hace cúspide de una montaña nueva e inexplorada.
¡Qué divertido puede ser todo cuando se mira desde otra perspectiva!
La cuestión es que yo adoro los puntos tensos de los libros, el momento en que en un par de páginas se desentraña el enigma o queda al descubierto todo el entramado y el puzzle aparece ya resuelto encima de la mesa. Un buen libro es como un laberinto con Minotauro incluido y un hilo de Ariadna que te va guiando hasta la salida. ¿Os imagináis la sensación que debe causar al que se halla encerrado en un laberinto descomunal, con una terrible bestia siguiéndole el rastro, que al mínimo error le va a atrapar y a devorar de un bocado, y que tras mucho sufrimiento consigue salir del mismo y dar a parar a una extensa playa de arena fina dorada y un mar de turquesas y rubíes flotando? Esa sensación es la que me causa cada libro que leo, cada momento estrella, como el que he vivido esta tarde cuando llegaba casi al final del libro de Antonio Muñoz Molina, cuando el inspector está frente a frente con el criminal, cuando después de ver el sufrimiento que ese desgraciado ha causado va a ver castigado, ese instante en que el haz de luz de la linterna del inspector se detiene en la cara del malnacido y todo parece llegar a su fin. Porque la vida como los libros tiene momentos que valen mucho. Agarra cualquiera de los millones de hilos de Ariadna y date una vuelta por los infinitos laberintos que ocultan la realidad.
Me imagino que estás leyendo Plenilunio. A mi también me gustó, aunque me está gustando infinitamente más El jinete polaco. Esto me lleva a una reflexión: los libros sólo son en medida de quien los lee. Tal vez me gusta más El jinete polaco porque yo ya no soy el que leyó Plenilunio hace una década. Mi nivel de exigencia es otro, mi experiencia se ha enriquecido. Lo que me hace pensar en si cada libro tiene un momento en la vida de una persona o es el libro que lee uno en cada momento el que conforma lo que será en el porvenir. No lo tengo claro. Qué es primero el huevo o la gallina, el libro o la persona.
ResponderEliminarSí, es Plenilunio el que he terminado y me ha gustado mucho, salvo el final, pero sobre todo la manera de narrar empleada me ha encantado. En cuanto a "El jinete polaco" es una de sus obras maestras, como bien dices es un libro infinitamente mejor, con una trama más compleja y que requiere esfuerzo mental. Te recomiendo que lees su " La noche de los tiempos" que para mí es su obra cumbre y la que podría llegar a ser un clásico en el futuro. De sus grandes obras me falta por leer "Sefarad" que estoy seguro me marcará mucho. Ese será mi próximo libro de él, pero por el momento toca cambio de estilo y registro. Creo que cada libro tiene un momento en la vida, no ya la edad, sino más bien el contexto, el estado de ánimo, la temática... No sé si ya te conté mi experiencia con "La caverna" de Saramago. Es un libro que no lograba leer porque tras una treintena de páginas dejaba de interesarme, hasta que un buen día volví a abrirlo y me lo bebí con rapidez,con disfrute, con la impresión de estar ante uno de esos libros que más interesantes me parece... ¿El libro o la persona? ¿O el libro cambia conforme cambia la persona? Nos encantan las preguntas. Son maravillosas. Un saludo, Agu.
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