De esto que tienes programadas las temáticas de las próximas dos entradas en el blog y acabas viéndote seducido por algo; entonces decides que hoy hablarás de ello.
Todos sabemos que muchas veces las coincidencias azarosas de la vida nos hacen dudar de la existencia o no de destino. A día de hoy no creo en él, como ya he explicado en algunos posts anteriores. En cambio, sí creo en el destino ficticio, al igual que en la magia literaria o cinemática.
Hace unos escasos minutos he visto un cortometraje que me ha tenido con la respiración contenida, el pecho henchido, la boca abierta y los ojos fijos en la sucesión de imágenes.
La historia es simple: de repente la rutina de un funcionario cualquiera, sin expectativas más allá de rellenar formularios, se ve truncada por un formulario vacío que se adhiere al traje y sale enseguida volando. Tras ser transportado por el viento, una chica sale corriendo detrás de él y lo atrapa. En el documento hay plasmado un beso rojo de la chica. Entonces, a partir de ese momento destino y magia se fusionan para llevar a los personajes a lo inevitable. Curiosamente sus vidas grises se llenan a partir de esos labios coloridos.
¿Quién no ha sentido esa magia en su cuerpo alguna vez? ¿La magia de lo inevitablemente justo? Porque no todo es siempre triste e incoloro.
Para que disfrutéis del cortometraje, como yo lo he gozado en los minutos que dura, os lo dejo aquí.
Poned color en vuestros días.
Maravilloso. Traducido no te opongas a las fuerzas que hay dentro de ti, es mejor usarlas porque te llevarán a donde quieras, quieras o no quieras.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado tanto como a mí. Tienes razón: es mejor utilizar el caudal que nos recorre que oponerse a él.
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