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Sorolla y ese atardecer serrano





Hay hojas en el sueño y los árboles aledaños al Genil a su paso por Granada muestran la vida en la variedad de colores de sus hojas, que mudan a cada segundo, sin ser nunca una hoja igual a otra. Hay luz en ellas y oscuridad; el ojo capta ambas y la mano del pintor realza la intensidad de la luminosidad con colores muy vivos, desde lejos forma la figura deseada, de cerca no es más que un simple trazo.

Accedemos por una de las puertas principales al recinto de la Alhambra y, observando el almohadillado rocoso de la fachada del palacio de Carlos V (Caesar Carolus Regi), me pregunto si la construcción de esta maravilla geométrica causaría el mismo revuelo que la pirámide de cristal de París, como sucede cuando surge un grano en la suave tez de una muchacha o cuando aparece una mosca dibujada en una página de un libro del renacimiento, algo que es ajeno y sorprende. 

Lo nuevo siempre molesta.

En el interior del edificio los turistas se arremolinan y ascienden por la escalinata curvada en un ángulo complicado pero suave a la vista. La muchacha uniformada que da la entrada a la muestra nos pregunta nuestro lugar de origen y nos proporciona un folleto pequeño. Nada más acceder a la exposición, los colores de Sorolla atraen las miradas. Las paredes son grises y resaltan la belleza de los trazos del pintor. En las obras destacan los brochazos de multitud de colores, los contrastes de luz, el reflejo de las columnas y las puertas de la Alhambra en una alberca, la belleza real de la naturaleza, de las flores, de los peces naranjas de los arrayanes, los cipreses. 



Y aparece un cuadro que muestra algarrobos, pero que según el pintor eran higueras. Nos planteamos si Sorolla ha confundido los nombres. A mi juicio eran algarrobos y Sorolla no sabía mucho de botánica, pero decir algo así puede acarrearme muchos enemigos. Un amigo piensa igual que yo o yo igual que él. Otros amigos dicen que es una higuera. No lo sabremos nunca, salvo que mirando la zona que refleja siguen los mismos árboles. En cualquier caso, él ha dibujado algarrobos, eso es una realidad. 

Sierra Nevada por Sorolla. No es el atardecer del que hablo.

Y finalmente me quedo enamorado y hechizado por la verosimilitud de un cuadro que refleja un atardecer de Sierra Nevada. Es otoño y los bosques abrigan un manto marrón pardo, el cielo es un poco gris, no hay colores vivos salvo un enorme trazo de un rosa intenso que atraviesa la nieve de la sierra. ¡Ilusión! Es hipnótico el efecto producido. Ahí descubro que Sorolla ha sido capaz de mostrar la vida y su belleza como solo un artista es capaz; desde ese momento ha pasado a ser un genio desde mi perspectiva y ha penetrado en mi cabeza para impresionarme y hacer que ahora vea la importancia de la luz y de los colores vivos en contraste.

Sorolla y ese atardecer serrano merecen el Olimpo.

Comentarios

  1. Bonita exposición para un fin de semana agradable, a veces, los astros se alinean para hacernos olvidar que el holocausto está a la vuelta de la esquina. Pero después de todo, ¿a quién coño le interesa lo que hay a la vuelta de la esquina?

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