Con precisión dibuja una línea recta sobre la piel abombada y tersa. La tinta se diluye un poco; cae una lluvia ligera y sucia. A lo lejos suena una especie de tormenta artificial y la tierra sufre sacudidas. Agarra con firmeza la hoja de papel y desliza el filo en el camino que había trazado la estilográfica. Grita ella, tras soltar el paño que sujetaba con los dientes.
-Ya está aquí.
La sangre baña el mugriento cuerpo. Alguien llora y su llanto resuena por encima de la bala que cruza el pecho del hombre.
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