La estabilidad mata el ingenio, así como el hambre alimenta el intelecto y hace al más tonto el más astuto. Cuanta de ello es el hecho de que mi blog ha perdido en frecuencia de publicación de posts. Siempre me ocurre, como supongo que a todos, que cuando la paz está en mí no encuentro tanta necesidad para escribir y, aunque me acuerdo cada día de este espacio que tanto aire fresco me ha dado siempre, vuelvo cada vez menos a este rincón acuático y léxico-ideológico-experimental-liberador-gratificante. De hecho, como me estoy demostrando ahora, he llegado a un punto en el que si entro en el blog y me lo propongo no tengo dificultad para la escritura. Es cierto que no fluye con la celeridad y la facilidad que lo hace cuando la tormenta acude a mis poros y los obstruye con rayos, truenos e inundaciones. Pero como veis también, o más bien vais a ver, ya no tengo nada más que decir, por lo tanto tengo razón con mi primera frase de este post: la estabilidad mata el ingenio.
Estoy en un momento del que no me puedo quejar: con cierta salud en todos los sentidos, personas queridas, trabajando de profesor, agradecido por el cariño que me profieren mis alumnos y los alumnos que no son míos, así como por mis compañeros, aprendiendo mucho, viajando, sin problemas importantes. La cresta de la ola se suele decir. Y como no quiero perder mucho el tiempo, quiero seguir surfeando la espuma de la ondulación y disfrutar de las vistas y la emoción, puesto que ya llegará la dura bajada, porque esa es la vida misma y lo que da sentido a lo bueno.
Surfeemos todos.
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