Ahora me gustaría escribir sobre un hecho ocurrido hoy con unas compañeras de oficio, pero no voy a comentarlo, sino que simplemente voy a escribir sobre la importancia de ser coherente con uno mismo. Yo soy sensible y comprensivo. Dicen que debería aprender a ser rígido y menos comprensivo. Podría serlo, con toda seguridad, si me metiera en la piel de un César gobernando sus tropas romanas para combatir a los Galos y hacerme con todo su territorio. ¿Pero debo convertirme en un romano cuando soy un tartésico? Me equivoque o no yo soy Gerión más que César. Por lo tanto prefiero la benevolencia y la simpatía, acorde conmigo mismo y con mi forma de ser, antes que la dureza del acero. Una torre de acero tiene la ventaja de que permanece firme y no se inclina ante ningún ráfaga de viento; una espiga de trigo se doble con el viento y hasta puede volar. Yo prefiero doblarme con los vientos y volar, si es necesario, fundirme entre las personalidades de mis alumnos y no ser otra tragedia en sus grandes tragedias, no ser un obstáculo en su desarrollo. Me niego a ser un loro de la información que se desborda del vaso ya lleno. Es mejor, a mi modo de ver, convertirme junto a ellos en un sinfín de vasos que dan agua a sus motivaciones e intereses y hacer de la parte acuosa de sus vidas un río torrencial o calmado que fluyen para siempre hasta que llegue a cada uno el mar al que todos estamos abocados.
En este atardecer de hace un año, moría el día, como mueren las historias. En ese día, aquel, dolían los pies, como debieron doler a aquel que una vez corrió en Maratón. Aquel era este, como este era aquel, como la guerra que aquí se pierde, como la guerra que allí se inicia siempre. Yo he perdido en guerras que otros ganaron, para después ganar las que otros acabaron perdiendo. Yo, como todos, dejé coraza y casco, Dejé bandera, casa y hasta mi prado, Como el padre que un día dejó su legado. Perdí la luna y la noche se hizo oscura. Moría el sol y con él la luz. Pero bien sabemos que al igual que no hay tormenta que dure eternamente, No hay noche que dure para siempre. Hoy hace cuatro meses que nacía el sol de nuevo, Cuatro meses, con sus semanas, días, horas, minutos y segundos. Hoy no es como el hoy de hace un año. Hoy es un hoy diferente, mucho más iluminado...
Tienes vocación de maestro, tienes vocación de narrador, y debes recordar que sí, las torres metálicas resisten, pero las espigas a las que el viento mece y arrastra tienen más mundo, yo prefiero ser espiga, aún a costa de perderme en huracanes<. Adelante!!!
ResponderEliminarEn mi opinión has dado con la clave: la coherencia. En mi opinión uno ha de ser coherente consigo mismo, con quien es, con quien quiere ser, jamás con lo que los demás quieren que sea. Haces un extraordinario trabajo, no permitas que los zapadores de la oscuridad minen el camino bajo tus pies. Porque en realidad no es verdad que no seas duro. Eres duro en lo que importa, en la persecución de metas, en la insistencia en el trabajo bien hecho, en la persistencia de tu vocación de agrandar el mundo de tu alumnado. No confundir dureza con intransigencia. Hay que ser duro en la defensa práctica de los convencimientos íntimos; la intransigencia es para quieres tienen miedo de estar equivocados.
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