Una estantería rebosante de caldos de papel, recetas a las que diste forma y que luego tomaron color y saber y un intenso aroma. Viajaste a lugares inhóspitos, conquistaste menudencias internacionales y, al regresar a tu hogar, aspiraste un olor imprevisto. Palpaste su sabor y te gustó. Cocinaste con los pensamientos más inesperados, vergonzosos incluso. Pero el barco no se hizo esperar y debiste marcharte una vez más, lejos, muy lejos de la materia prima más pura. Con el tiempo, nuevas recetas surgieron. Dos de ellas, fueron tus platos estrella. Te apodaron como alguien conocido, de fama nacional y de poco te ha servido tanto plato sin mirar atrás. Creaste salsas suculentas, cremosas, picantes, sabrosas, sorprendentes. Horneaste pescados y carnes con verduras perfectamente cortadas. ¡Cuántas delicias has elaborado!
¡Cuántas!
Para vomitarlas al final.
Sin más.
Comentarios
Publicar un comentario