Ir al contenido principal

La magia de unos versos de Ángel González

"Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho." (Á. González)


Con estas fabulosas palabras de Ángel González me he despertado. 

No despertarse en el sentido de levantarse de la cama, de salir del sueño profundo. No. Del sueño me ha desgajado una voz, con sus murmuraciones, su tono cansado y destrozado. Estas palabras me han despertado en el sentido de que me han traído de vuelta a la realidad.

Me ha puesto los pies en la realidad, en la vida. 
Porque vivir cada día es morir mucho. Solo muriendo tantas veces, uno puede ser consciente de lo que es vivir. Y yo muero a diario. Muero de sentimientos, de soledad, de preguntas, de frío. Muero en las palabras. Muero asestado por "ese viejo hierro: la memoria". La memoria afilada del pasado, de saberse vivo sin quererlo estar, del recuerdo de un árbol de tronco ancho en un patio mallorquín, de aquellos colores del pasado, del gris del presente. 

He despertado. El problema es que volveré a dormir. Y en el trance entre la vigilia y el sueño moriré una y otra vez, pero no la definitiva. Tropezaré con mis cenizas, sin saber que son mías. Observaré la luz y la sombra, sin ser capaz de descubrir lo que hay en medio. 

Releo los versos de Ángel y sufro la vorágine del universo; la sensación de ser incapaz de reflexionar: "Morir muchas veces mucho". 

Morir, efecto de vivir o no vivir.

Muchas veces, cantidad.

Mucho, intensidad.

Y todo "para vivir un año". Aquí se equivoca el poeta. Su error radica en el número. No es necesario morir muchas veces mucho para vivir un año. Es necesario para vivir un solo día morir muchas veces mucho. Un día contiene en sí mismo la duración del mundo, de la existencia, del destino, de lo que queramos.  Incluso, una hora, un minuto, un segundo, una milésima de segundo, etc.

Un día requiere de muchas intensas muertes focalizadas en una sola persona: Tú, como un yo. Un yo que perece. Perecer, fallecer, morir, pasar a otra vida, criar malvas, ir al Más Allá. 

Ir a un Más Allá para descubrir el Más Acá. 

El Más Acá: la riqueza de su existencia.

Solo cuando se visita el Hades, se puede conocer el fuego eterno, las brasas de la vida. Solo cuando uno se quema, nota que está vivo. Vivir un día, un único día, precisa infinitas muertes. La propia muerte. No una muerte penosa. La muerte del aroma del jazmín en el propio olfato. La muerte del chocolate derretido en el paladar. La muerte del mullido colchón bajo el cuerpo. El frío. La luz. La mirada de un ser puro, el infatigable perro que te observa a diario con un brillo en la mirada de completa comprensión.

La muerte para la vida. La vida para la muerte.

El despertar en su eterno sopor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Resistencia de Rosa Aneiros en español

Hoy vengo a hablar de un libro que me regaló una estupenda amiga hace un par de meses y que me sorprendió mucho: Resistencia de Rosa Aneiros en español o en castellano, como prefiráis . Rosa Aneiros cuenta en un lenguaje poético, fresco y renovador una difícil historia de amor entre Dinís y Filipa en el Portugal del siglo pasado; explica y narra, además, la atmósfera que rodea a dicho romance: la historia de unos personajes secundarios, que bien podrían ser tratados por principales. Expresa con soltura la velocidad con que pasa el tiempo y deja al final el corazón repleto de salitre. Esta historia nos narra las dificultades de un amor en una época y unas circunstancias determinadas, donde las leyes de la vida lo rigen todo y la resistencia es lo único que puede hacerle frente. En ella encontraremos personajes hechos de salitre y agujas de pino, que deberán afrontar una lucha con la vida y con los personajes que obstaculizan su felicidad, mediante tesón y una acérrima resistencia

Una tradición muy andaluza: el agareo

En Andalucía, por lo menos en la zona de Granada costa y Almería, todo niño pequeño sabe que puede llegar algún familiar o adulto que al grito de un " El agareo " se te lance y con otros niños, los primos o amigos, te agarren el cuerpo, te bajen el pantalón y, tras muchos forcejeos e intentos de no dejar tus partes pudendas al descubierto, acaba quedando semidesnudo de cadera para abajo y recibir un escupitajo en el susodicho pene.  Yo he sufrido muchas veces el agareo por parte de mi tía la más joven, aunque nunca me escupía. A simple vista puede parecer un horror, pero en el fondo todos se ríen muchísimo. Yo con el forcejeo me lo pasaba de escándalo, envuelto en risas.  Castillo de Salobreña y cruz cristiana a sus pies. Hace unos años descubrí por casualidad el origen de esta tradición andaluza. Se trata de un juego nacido en tiempos de la conversión de los moriscos. No creo que sea necesario situar los hechos, porque todos sabemos lo que ocurrió tras la c

La luz que se fue renació en otro nuevo día

  En este atardecer de hace un año,  moría el día, como mueren las historias.  En ese día, aquel, dolían los pies,  como debieron doler a aquel  que una vez corrió en Maratón.  Aquel era este, como este era aquel,  como la guerra que aquí se pierde,  como la guerra que allí se inicia  siempre.  Yo he perdido en guerras que otros ganaron, para después ganar las que otros acabaron perdiendo.  Yo, como todos, dejé coraza y casco, Dejé bandera, casa y hasta mi prado, Como el padre que un día dejó su legado. Perdí la luna y la noche se hizo oscura. Moría el sol y con él la luz.  Pero bien sabemos que al igual que no hay tormenta que dure eternamente, No hay noche que dure para siempre.  Hoy hace cuatro meses que nacía el sol de nuevo,  Cuatro meses,  con sus semanas,  días,    horas,  minutos    y segundos. Hoy no es como el hoy de hace un año. Hoy es un hoy diferente, mucho más iluminado, mucho más claro,  con más soles de amaneceres Que refugios de atardeceres. Hoy eres tú, Hoy soy yo.