La sorpresa es algo que no tiene límites, tanto para bien como para mal.
En Andalucía, por lo menos en la zona de Granada costa y Almería, todo niño pequeño sabe que puede llegar algún familiar o adulto que al grito de un " El agareo " se te lance y con otros niños, los primos o amigos, te agarren el cuerpo, te bajen el pantalón y, tras muchos forcejeos e intentos de no dejar tus partes pudendas al descubierto, acaba quedando semidesnudo de cadera para abajo y recibir un escupitajo en el susodicho pene. Yo he sufrido muchas veces el agareo por parte de mi tía la más joven, aunque nunca me escupía. A simple vista puede parecer un horror, pero en el fondo todos se ríen muchísimo. Yo con el forcejeo me lo pasaba de escándalo, envuelto en risas. Castillo de Salobreña y cruz cristiana a sus pies. Hace unos años descubrí por casualidad el origen de esta tradición andaluza. Se trata de un juego nacido en tiempos de la conversión de los moriscos. No creo que sea necesario situar los hechos, porque todos sabemos lo que ocurrió tras la c
Los límites de la sorpresa son imprecisos. La edad hace que te sean más esquivas las sorpresas. La tormenta de una noche de verano, la reacción de alguien a quien apreciabas y que te devuelve cieno a tu afecto, un ensayo sobre el siglo XX... Me inquietan las sorpresas y también me atraen. En resumen me muestran la naturaleza incognoscible del ser humano.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tu comentario. Uno nunca deja de sorprenderse y eso nos descubre cuál es nuestra naturaleza humana y lo imprecisa que puede llegar a ser.
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