Después de hablar un poco el otro día de la importancia de las etiquetas, no podía menospreciar el tema de la más importante de todas las etiquetas, aquella a la que más tiempo se dedica y que marca en un grado mayor la vida de muchas personas: el nombre.
Elegir un nombre es siempre complicado. Muchas veces causa problemas y discusiones entre las familias. ¿Por qué se tiene que llamar mi hijo o mi hija como yo o como mi tía o como mi madre o la tuya...? Siempre es algo que adquiere una importancia extraordinaria. No me sorprende. La vida de la persona que recibirá tal o tal nombre se verá, en mucho, influenciada por su nombre, por esa etiqueta con una sonoridad particular, con un significado concreto o simplemente una etiqueta que lleva a enlazar con determinados matices a menudo ajenos a quienes no forman parte de tal o cual comunidad. Me llama mucho la atención también observar la moda de poner un nombre u otro según la época, el sexo, la celebridad de una persona, etc.
A mí me llamaron Jose (no me gusta José, porque esa tilde no me representa, ya lo expliqué hace mucho tiempo en este blog). Me llamaron así por mi padre. Lo hicieron compuesto (Luis), también como mi padre, quien a su vez lo recibió del suyo, que simplemente se llamaba Luis. Cuando uno piensa en esto se da cuenta de que está siendo fruto de una tradición española, que muere poco a poco, efecto de modas modernizadoras, que ven en esa tradición algo viejo, anclado en la España pobre y desfasada.
Lo de mi nombre no termina aquí. A mí me iban a llamar David. "Estaba decidido", dice siempre mi madre y prosigue "pero cuando naciste, decidimos ponerte el nombre de tu padre, porque todos los David que conocía eran rebeldes, traviesos". Mi madre, sin saberlo, estaba dando al nombre una importancia especial y no quería para mí asociaciones negativas con mi nombre.
Un nombre puede marcar un destino.
Un nombre puede marcar un destino.
De hecho hay estudios que confirman que el nombre es tu destino. Alguien por tener un nombre simple y corto está destinado a triunfar. Eso dicen, al menos, los estudios.
Fíjaos lo importante de un nombre que los escritores, los cantantes, los artistas en general dedican mucho tiempo a buscar su nombre artístico. Son conscientes de la importancia de la sonoridad, de las letras que juntas pueden quedar mejor en la memoria o que dejan una impronta especial al ser nombradas, como un hechizo que refleja el alma del artista. Yo siempre he soñado con encontrar mi nombre especial, si alguna vez me hacía escritor... cosa que evidentemente sé que no se producirá nunca, pero que me hace soñar.
El tema de los nombres no termina nunca. Es infinito y lleno de matices, como esos nombre epicenos que designan a ambos sexos, de forma que pueden crear ambigüedades. Esos nombres son bellos y tienen un significado especial y, a menudo, pueden ser utilizados por sus portadores como herramienta de juego y de confusión.
¿Verdad que es curioso este tema de los nombres? ¿No son acaso la más bonita de las etiquetas y la que puede marcar más vuestras vidas? Llamarse Dolores y formar con los apellidos una frase lógica no creo que le haga gracia al portador. Cuidado, pues, al etiquetar a vuestros hijos.
Me parece un post muy interesante. Los nombres nos acompañan toda la vida y, sin duda, el momento en que es elegido es significativo. Pienso que hay nombre hermosos de los que nos provee la tradición que hacen que nuestros hijos no queden desagradablemente marcados por ningún motivo. Tengo una compañera de instituto que se llama Patrocinio pero todos la llamamos Patro y el nombre es aceptable. Otro amigo se llama Secundino pero todos lo llamamos Dino. Yo puse a mis hijas Clara y Lucía, ambos nombres simbolizan luz. Tú y yo nos llamamos igual, Mi nombre no me ha marcado en sentido negativo, pero el día del santoral cuando yo nací llevaba a que me llamara Pío. Afortunadamente no lo eligió mi madre.
ResponderEliminarNosotros tenemos un nombre bonito, jaja, a pesar de ser un nombre de toda la vida, como se dice. Los nombres de tus hijos están elegidos concienzudamente. Sin duda buenos nombres. Y los nombres de tus compañeros me parecen nombres con personalidad, nombres de novela de Amelie Nothomb. Gracias por tu aportación.
EliminarHa sido un placer descubrir este espacio tuyo. Y trasteando por sus cajones he visto éste de los nombres. Interesante. Me hace reflexionar. El nombre es (al menos en mi tiempo), en principio, similar a la religión. Casi lo mismo. Te bautizan y te adjudican un nombre (y un credo), sin pedirte permiso. Y no veas tu, el pollo que tienes que montar si quieres cambiar una u otra cosa... o ambas.
ResponderEliminarDistingo entre como me llaman y como me llamo. En ocasiones coinciden y en otras no. Me llamo Ricard, sin la "o" final y no solo por ser versión catalana del nombre, sino porque esa o motiva una rima con el apellido que me resulta demasiado sonora. Imagínate si mi segundo apellido fuera, por ejemplo "Nardo"
Afortunadamente no es el caso. Ahora que te he descubierto, será un placer conocerte un poco más.
Muchísimas gracias por tu comentario. Efectivamente, los nombres son como la religión. Mi abuela siempre me ha contado que en sus tiempos de mozuela una de las cosas que más se celebraba era el santo, más que el cumpleaños. Lo dice argumentando que no había medios para tantos cumpleaños,pero sí para un santo que implicaba a muchos familiares, por eso de que se repetían los nombres en las familias. Un placer leer tus comentarios, Ricard.
Eliminar